Parte III

La cuenca de la integración o los ríos de la discordia

Este ensayo fue escrito en abril de 1973 y publicado en libro en dos oportunidades: "Brasil va a la guerra", Schapire Editor y "Una situación explosiva: la Cuenca del Plata", edición Tierra Nueva.

 

15. Itaipú: energía y geopolítica

En febrero de 1973 en Asunción, los cancilleres de Paraguay y Brasil -Sapena Pastor y Gibson Barbosa, respectivamente- firmaron el Tratado de Itaipú. Por el mismo, los dos gobiernos se comprometen a la construcción de la represa de Itaipú en el río Paraná, sobre la frontera de los dos países y cerca del límite con la Argentina.

Con la capacidad de 12,6 millones de kW. y un costo calculado entre 2.500 y 3.500 millones de dólares, la hidroeléctrica será la más grande del mundo, superando las de Grand Coolie, en EE.UU. (9,7 millones de kW.), Krasnoyarsk, en la URSS (6,9 millones), y la canadiense Churchill Falls (5,5 millones). Será cinco veces mayor que la de Assuán, en Egipto.

El hecho, muy importante en sí, tiene además un trasfondo geopolítico de enorme significado. Trasciende ampliamente los ámbitos nacionales de los dos países: interesa también intensamente a los demás países de la Cuenca del Plata, en especial a la Argentina. Por constituir -la cuenca- uno de los más importantes y ricos "espacios vacíos'" del mundo, su futuro interesa a toda América latina y puede significar --siempre que sea racionalmente explotada- mucho para el propio futuro de la Humanidad.

El tratado firmado en Asunción no significa, en absoluto, la solución del problema. Al contrario, representa un obstáculo muy grande a la solución óptima, que debería ser intentada conjuntamente por todos los países interesados.

En consecuencia, Itaipú será, en los próximos años, una presencia constante en el noticiero mundial como uno de los elementos más conflictivos de la geopolítica latinoamericana. En razón del tratado ahora firmado, la Cuenca del Plata va a ser, más que nunca, la línea de tensión máxima en el campo sudamericano (para utilizar la expresión del geopolítico brasileño Golbery do Couto e Silva)
39.

Por eso, entendemos que podría ser útil un análisis amplio y profundo del complejo problema. Intentaremos hacerla.

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¿La cuenca de la integración, o los ríos de la discordia?

Con sus 3,5 millones de kilómetros cuadrados, la Cuenca del Río de la Plata es la sexta más grande del mundo y la segunda de América latina (después de la amazónica). Sus principales ríos -Paraná, Paraguay, Uruguay y el Plata- y sus afluentes proporcionan a la economía de la región 15 mil kilómetros de vías navegables y constituyen la única salida natural al mar para Bolivia y Paraguay -países mediterráneos- y para importantes regiones de Brasil y la Argentina.

El potencial hidroeléctrico de los ríos de la cuenca -en el caso de aprovechamiento "óptimo"- podría llegar a los 60170 millones de kW. (solamente el río Paraná, en su curso brasileño, puede generar 32,5 millones).

Considerando su inmensa riqueza natural 40, la región puede ser considerada, junto con la Amazónica, la Siberia y el Cercano Oriente, una de las más ricas del mundo. Tiene todas las posibilidades de transformarse en un gigantesco Tennesee Valley y a la vez, en un Ruhr latinoamericano.

La región es habitada actualmente por cerca de 80 millones de habitantes (cerca del 83 % de la población argentina, 63 % de la boliviana y el 100 % de la uruguaya y paraguaya). Con la explotación racional de sus inmensas riquezas, el territorio de la Mesopotamia sudamericana podría proporcionar condiciones excepcionales de vida para 300/400 millones de habitantes.

Todas esas posibilidades se multiplicarían en caso de concretarse en el futuro la conexión de la cuenca con las del Amazonas y Orinoco, posibilidad absolutamente factible y relativamente económica. Con un sistema de grandes lagos, el continente sur sería cortado -desde el Caribe hasta Montevideo, en el Atlántico- por una vía navegable para barcos de mediano calado. Es innecesario argumentar sobre lo que eso significaría en términos de desarrollo para el hemisferio. América del Sur tendría un "tercer litoral".

La estrategia que se aplique en los próximos años en el desarrollo de la región podrá ser decisiva para el futuro de América del Sur, de toda América latina. De la misma depende, fundamentalmente, el proceso de integración. La Cuenca del Plata podrá ser el nexo principal en la formación -de la Patria Grande de los latinoamericanos. O, si prevalece el criterio de soluciones parciales, egoístas, conflictivas y de carácter imperialista como la establecida por d Tratado de Itaipú, los ríos del Plata podrán ser los marcos de la discordia entre los países de la región, de disputas de imprevisibles consecuencias entre pueblos hermanos.

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La geopolítica de la cuenca
  
Desde el punto de vista geopolítico, la región presenta la siguiente situación: dos países grandes, Brasil y la Argentina, con no disimuladas tendencias expansionistas, y tres países chicos (geográfica, demográfica o económicamente chicos): Uruguay, Bolivia y Paraguay. Estas dos últimos son países mediterráneos, sin salida al mar: prisioneros geopolíticos, para utilizar el vocabulario del imperialismo de nuestras días. Su liberación depende fundamentalmente de la integración. Uruguay, estratégicamente ubicado en la Cuenca del Plata, entre los dos grandes y el océano Atlántico, con posibilidades de construir un superpuerto en La Paloma (para los barcos del futuro), podría tener un papel fundamental en el futuro de la región integrada.

De todos las países de la región, el que menos depende de la cuenca para su desarrollo es Brasil. Teniendo en su territorio la parte mayor y más importante de la cuenca amazónica (4,5 millones de km2); un enorme litoral de 7,4 mil kilómetros, muy bien ubicada en relación con los Estados Unidos, Europa y África; un potencial hidroeléctrica que puede alcanzar (descartado el que le corresponde en la Cuenca del Plata) a los 100 millones de kW.; incalculables recursos naturales, vegetales y minerales, Brasil podría darse el lujo de volver la espalda al río Paraná, sin comprometer sus posibilidades de desarrollo pleno.

Sin embargo (confirmando la leyenda de que "Dios es brasileño..."), es Brasil quien tiene, en relación con el conjunto de ríos que forman la Cuenca del Plata, la posición clave. El principal río, el Paraná, nace en su territorio, aportando el mayor caudal de aguas. Consecuentemente, como dijo el almirante Rojas, Brasil tiene en sus manos la válvula de admisión del agua. Una política agresivamente imperialista brasileña -utilización incontrolada de las aguas o la contaminación/polución de las mismas, etc.- podría comprometer irremediablemente el desarrollo de los países vecinos y poner en riesgo la propia supervivencia de los pueblos hermanos.

El Paraguay es el segundo país mejor ubicado en lo relativo al aprovechamiento de las aguas del Paraná, En los proyectos óptimos de utilización del potencial hidroeléctrico del río, el país guaraní será, necesariamente, socio de Brasil y la Argentina. El Paraguay dispone -en el decir del almirante argentino- de la llave de paso...

Bolivia posee el otro gran potencial económico de la región: los fabulosos yacimientos de hierro de Mutún y grandes reservas de gas de petróleo. De la explotación conjugada de esos dos elementos podría resultar el mayor, más racional y económico complejo siderúrgico del mundo.

Tanto en relación al aprovechamiento de las aguas como en lo relativo a los recursos minerales, la Argentina es la prima pobre de la cuenca. Por estar muy mal ubicada, tiene muy poco que ganar y mucho que perder, siempre que la explotación no se haga en forma racional y colectiva. Al contrario de Brasil, el futuro industrial de la Argentina depende, fundamentalmente, de la energía generada en el río Paraná y del mineral de hierro de Mutún. Y ese mineral solamente podrá serle útil en el caso de que se mantenga y mejore la navegabilidad de los ríos de la cuenca.

Además de la mayor dependencia y de tener la menor posibilidad de utilizar los recursos naturales de la región, Argentina (junto con el Uruguay) es la que más riesgo va a correr con el aprovechamiento de las aguas de los ríos de la cuenca. La eventual ruptura de uno de los diques que ya represan y van a represar -en los años 80- el Paraná (y que no causaría grandes daños en Paraguay y Brasil, pues las regiones afectadas son prácticamente desiertas, ni en Bolivia, que se encuentra en el curso superior de los ríos), podría tener trágicas consecuencias para los dos países de la embocadura del Plata. Serían igualmente la Argentina y el Uruguay los grandes perjudicados por la contaminación de las aguas de los ríos, por la instalación indiscriminada de industrias "sucias" en Brasil, en la región beneficiada por las hidroeléctricas. El estuario del Plata podría ser transformado en una, enorme cloaca.

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Residuos de curso sucesivo

Esa situación generó, en los últimos años, una serie de interminables y enconados debates entre los geopolíticos de los dos grandes de la cuenca. Y, a la vez, una violenta disputa por el control político-económico de los dos países mediterráneos -Paraguay y Bolivia- geopolíticamente decisivos.

El primer argumento manejado por los argentinos, específicamente por el citado almirante Rojas, de que las represas construidas por Brasil 41 representarían un serio riesgo para la navegabilidad en los cursos inferiores de los ríos de la cuenca no tenía, aparentemente, fundamento. No es necesario ser un experto en ingeniería hidráulica para concluir que los diques, en vez de provocar sequía en los ríos, pueden ejercer un papel positivo al regular, durante todo el año, el flujo de agua de los mismos. La experiencia de las citadas represas, la primera ya en funcionamiento hace años y la segunda en fase adelantada de acumulación de aguas confirma que el almirante no tenía razón 42.

Sin embargo, en otros aspectos, la razón parece estar enteramente de parte de la Argentina. En junio de 1972, la delegación argentina a la Conferencia sobre el Medio Ambiente, realizada en Estocolmo, presentaba una enmienda con el propósito de impedir que los proyectos de desarrollo de un país pudiesen causar graves daños al medio ambiente en zonas fuera de su jurisdicción nacional.

Sabemos que la polución de la atmósfera, del mar y de los cursos de agua, constituye uno de los problemas mundiales más, candentes de la segunda mitad del siglo XX. Como en algunos países centrales la situación ya se presenta verdaderamente catastrófica, se verifica la tendencia a transferir, para los países del Tercer Mundo, las industrias consideradas más sucias. Brasil, en razón de la política totalmente entreguista de los gobiernos militares que se suceden desde el 1/4/64, será uno de los beneficiados con esa transferencia. Y, dentro de la filosofía del actual equipo dirigente (desarrollo a cualquier precio, sin ninguna consideración de carácter nacional, social, humano o sanitario), Brasil no impone normas rígidas a las industrias extranjeras que se están instalando en su territorio.

Actualmente, la situación en algunas áreas industriales brasileñas, especialmente el Gran São Paulo, ya presenta características consideradas muy graves. El hecho de que será fundamentalmente la región centro-sur de Brasil la gran beneficiada por la energía producida por Urubupungá 43 y, en el futuro, por Itaipú, va a canalizar para la misma innumerables proyectos de industrialización. Si ella se procesa, como ya es norma en Brasil, sin mayores consideraciones sanitarias, podría significar la polución masiva de las aguas de los ríos de la cuenca.

La preocupación argentina en ese sentido es absolutamente justa y actual, pues está fundamentada en hechos ya comprobados: “Los residuos actuales (pesticidas como Dieltrin, Aldrin, Endbin, Líndane, cte., detectados por el Departamento de Recursos Hidráulicos de la Argentina en las aguas del río Paraná) vienen de un área que Brasil recién empieza a desarrollar, y a la que sus planes asignan una gran importancia industrial. ¿Qué pasará si esa industrialización se realiza con plantas «sucias» por parte de empresas evasoras de la legislación de los países avanzados?”, se preguntaba el diario La Opinión el 12 de julio de 1972. Y añadía un argumento muy serio: "las aguas de la Cuenca del Plata son la única fuente de abastecimiento para la bebida; y para las industrias de las grandes ciudades del litoral argentino, incluyendo el Gran Buenos Aires y el Gran Rosario (doce millones de habitantes...)".

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Los caracoles migrantes

A ése hay que agregar otro factor -tanto o más grave- de preocupación: la diseminación de la esquistosomiasis. Esa enfermedad (que líquida prácticamente la capacidad de trabajo de sus víctimas) estaba, hasta hace pocos años, circunscripta al Nordeste brasileño, afectando a 4 millones de habitantes de la región. La enfermedad, causada por el Shistossoma mansoni, era transmitida exclusivamente por un determinado tipo de "caramujo" (planorbídeos), el Biomphalaria glabrata. Actualmente, según concluyeron investigadores del Ministerio de la Salud brasileño, otros tipos de caracoles se transforman en portadores del agente trasmisor de la enfermedad.

En consecuencia, la enfermedad "se está expandiendo por toda Brasil, principalmente en la región de la carretera Transamazónica (...). En la región sur, la incidencia de la enfermedad está aumentando principalmente en los estados de Paraná y São Paulo" (el estado de Paraná está limitado al oeste por el río del mismo nombre), informa en su edición del 12/8/72 el Jornal do Brasil. El mismo diario señala que "actualmente 12 millones de brasileños están afectados por el mal, y que la previsión -de los sanitaristas del ministerio- es que, en 1980, los enfermos sumen 20 millones'.

Los caramujos proliferan especialmente en los depósitos de agua. Es probable, por lo tanto, que las represas de Jupiá e Ilha Solteira (y, en el futuro, la de Itaipú) se conviertan en hábitat de los planorbídeos y en el vehículo de su propagación por toda la Cuenca del Plata. La situación se presenta todavía con mayor gravedad para los países del Cono Sur, si consideramos las declaraciones del profesor Lobato Paraense de que el Biamphalaria peregrina, que es encontrado en toda América del Sur, puede también ser transformado en portador del Shistossoma.

Todo eso permite sacar una conclusión: si la utilización de las aguas del Paraná se procesa dentro de la filosofía del capitalismo salvaje, actualmente vigente en Brasil (y la forma como se concretó el Tratado del Itaipú parece confirmar la tendencia) , el desarrollo económico de la Argentina y Uruguay estará seriamente comprometido y la propia salud de sus pueblos correría un grave riesgo. Lo que podría configurar un caso típico de intervención de organismos internacionales, corno la Organización Mundial de la Salud y la propia ONU.

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El Itamaratí y el Palacio San Martín 44

En la VII Conferencia Panamericana, realizada en Montevideo en 1932, la delegación brasileña presentó una tesis redactada por ilustres juristas 45 que parece ser la solución óptima para el complejo y controvertido problema de la utilización de las aguas de los ríos internacionales: "Para la utilización de los ríos internacionales con fines industriales y agrícolas es indispensable un acuerdo entre los países ribereños, pues ese aprovechamiento puede influir de varias maneras: en el otro margen, si el río fuera contiguo, o en el territorio del Estado vecino, si fuese de curso sucesivo".

En otras oportunidades, Brasil mantuvo ese punto de vista: el 23 de setiembre de 1960, en lo relativo a la construcción por Uruguay y la Argentina de la represa de Salto Grande, y en el Acta de Santa Cruz de la Sierra, firmada el 20 de mayo de 1968.

Sin embargo, en los últimos años cambió radicalmente la posición brasileña. Se podría argumentar que ese cambio coincide con el boom desarrollista brasileño y con los propósitos, cada vez menos disfrazados, de hacer de Brasil una potencia de proyección continental.

En la Declaración de Asunción, firmada el 3 de junio de 1971, los delegados brasileños consiguieron la aprobación de un criterio completamente distinto, absolutamente favorable a sus propósitos en el río Paraná:

"1) En los ríos internacionales contiguos (que separan dos o más países), siendo la soberanía compartida, cualquier aprovechamiento de sus aguas deberá ser precedido de un acuerdo bilateral entre los ribereños. 2) En los ríos internacionales de curso sucesivo, no siendo la soberanía compartida, cada Estada puede aprovechar las aguas en razón de sus necesidades, siempre que no cause perjuicio sensible a otro Estado de la cuenca".

Ya no sería necesario el acuerdo con el país vecino en los casos de río de curso sucesivo. Los diplomáticos brasileños deberían estar pensando, al firmar el documento, que la Argentina quedaba totalmente marginada en el caso del aprovechamiento de las aguas del río Paraná. Sería interesante saber el pensamiento del entonces canciller argentino Luis María de Pablo Pardo, que también votó favorablemente la Declaración. Se consumaba una victoria más -entre tantas- de Itamaratí sobre el Palacio San Martín.

En junio de 1972, la delegación argentina a la Conferencia sobre el Medio Ambiente, realizada en Estocolmo, intentó corregir, parcialmente el menos, el error cometido en Asunción: propuso una enmienda que pasó a llamarse el "Principio Veinte", y establecía:

Los Estados deben facilitar la información pertinente sobre las actividades que ocurran dentro del área de jurisdicción bajo su control, siempre que crean o tengan razones para creer que tal información es necesaria para impedir que se causen daños graves al medio ambiente, en zonas fuera de su jurisdicción nacional”.

Al proponer la supresión del adjetivo graves, los países africanos radicalizaron la tímida propuesta porteña.

La posición brasileña era radicalmente opuesta: "Ningún Estado está obligado a facilitar informaciones en circunstancias que, según su opinión fundamentada, puedan poner en riesgo su seguridad nacional, su desarrollo o sus actividades nacionales ... ".

Es insólito que los militares de derecha que gobiernan en Brasil, autores de varias tesis sobre la "interdependencia" o "independencia relativa" -con las cuales intentaron, en los años 60, integrar el continente bajo su control- defiendan ahora, con tanta vehemencia, la soberanía absoluta del país. Su posición es todavía más absurda: mientras se niegan a discutir problemas de carácter netamente multinacional con los pueblos hermanos, entregan totalmente la economía de Brasil a las sociedades transnacionales. Harto sospechoso, el "nacionalismo" de los militares brasileños.

Ante el impasse, la Conferencia de Estocolmo resolvió transferir el problema a la Asamblea General de las Naciones Unidas. En el curso de la misma, los cancilleres Gibson Barbosa y McLoughlin, respectivamente de Brasil y Argentina, llegaron a una fórmula aparentemente transaccional. Brasil admitió que "en la exploración, la explotación y el desarrollo de recursos naturales los Estados no deben causar efectos perjudiciales en zonas situadas fuera de su jurisdicción nacional". Por el acuerdo los dos signatarios quedaron igualmente comprometidos a dar "conocimiento oficial y público de los datos técnicos relativos a los trabajos a ser emprendidos por los Estados dentro de su jurisdicción nacional".

Sin embargo (lo que aparentemente revela una enorme ingenuidad del entonces canciller argentino), el acuerdo no estableció quién debería decidir sobre los eventuales "efectos perjudiciales", si un árbitro indicado por los dos firmantes o un tribunal internacional como el de La Haya.

Además, el compromiso de dar conocimiento oficial y público es muy relativo; no se trata de una consulta previa con efecto suspensivo ni mucho menos. En el propio documento firmado en Nueva York, queda claro que la referida información no faculta "a ningún Estado a retardar o impedir los programas y proyectos de explotación ... ".

Esa última cláusula está directamente relacionada con la convicción de los militares de derecha y tecnócratas brasileños de que las protestas argentinas son "solamente un pretexta creado para retardar los planes de aprovechamiento del potencial hidroeléctrico del río Paraná..." (Jornal do Brasil, 15/4/73). A propósito, hay que recordar uno de los slogans más difundidos por la máquina publicitaria oficial en Brasil: "Nadie frena este país...".
El Acuerdo de Nueva York dejó a la Argentina prácticamente en un estado de carencia jurídica. Por el mismo, en realidad, nadie quedó comprometido a nada.

Itamaratí, orgulloso de esa victoria -obtenida en el tradicional estilo del barón de Rio Branco-, trató de demostrar el poco o nulo valor que tenía la declaración firmada por los dos cancilleres, Según la violenta nota de protesta argentina, la información sobre el cierre del dique de Ilha Solteira fue proporcionada por Expedito Freitas Resende, del Ministerio de Relaciones Exteriores de Brasil, al embajador argentino de la manera más informal posible: encontrándose el diplomático brasileño en traje de baño... 46.

El lector, con sentido del humor, podrá concluir que, por tratarse de problemas de agua, el traje era adecuado...
Parece obvio que la diplomacia argentina tiene que evolucionar mucho, si quiere hacer frente con alguna posibilidad de éxito a las maniobras diplomáticas de Itamaratí. Es verdad que ahora el Palacio San Martín tiene en su favor algo muy importante. Como lo decía Clarín (1/6/73), "en la Argentina se ha instalado un nuevo gobierno, con apoyo como para respaldar el reclamo de que la erección del complejo (de Itaípú) no cause perjuicios sensibles en su territorio, y exigir un estatuto jurídico que así lo garantice: la asunción del gobierno peronista".

De cualquier manera, la primera batalla por las aguas del río Paraná fue perdida por la Argentina. Ni la violenta nota de protesta ni la denuncia del Acuerdo de Nueva York por parte de la Argentina disuadieron a Brasil y Paraguay de crear la binacional que va a explotar Itaipú. Lo hicieron, además, en tiempo récord y sin ninguna preocupación por los intereses de los demás países de la cuenca, sin considerar que ese proyecto puede perjudicar los futuros planes de aprovechamiento total y conjugado del potencial hidroeléctrico de la cuenca y la navegabilidad de los ríos de la misma.

Las presiones sobre Paraguay, inclusive la influencia personal del presidente general Perón sobre su amigo Alfredo Stroessner, resultaron igualmente nulas. El dictador paraguayo decía, el 8/4/73, a un enviado especial del Jornal do Brasil: "Las relaciones personales que puedan existir con personalidades políticas no inciden en nuestra conducta".

Al optar por Itaipú, al adoptar una solución binacional en vez de una multinacional, Paraguay abandonó por primera vez, desde la paz que le fue impuesta por la Triple Alianza en 1870, su posición neutral, pendular, en relación a sus dos grandes y poderosos vecinos; optó por Brasil. Se incorporó, prácticamente, al mismo.

Es el propio canciller paraguayo Sapena Pastor quien lo afirma: "Juntos (Paraguay y Brasil) hemos llegado a un grado de cooperación que marca una nueva etapa en la historia de nuestras negociaciones. Con una saciedad de 3.500.000.000 de dólares, es indudable que no podemos tener diferencias de ahora en adelante con Brasil. Es indudable también que el desarrollo paraguayo tiene que ir asociado al desarrollo de esa pujante nación" (ABC-Color, 28/5/73).

El optimismo entreguista del canciller guaraní es, sin embargo, totalmente irreal. Es obvio que, en un futuro cercano, van a surgir "diferencias" entre Paraguay Brasil. Es absolutamente imposible que no surjan contradicciones entre un país imperialista y un pueblo explotado y colonizado. Y es obvio que el país de Solano López va a ser brutalmente explotado por Brasil, explotado y colonizado. Veremos eso en las próximas páginas. Para cerrar éstas, es oportuno transcribir dos opiniones bastante realistas sobre el problema, que revelan que no todos en Brasil defienden la solución imperialista.

Una, del ministro brasileño de Minas y Energía, Dias Leite:

"Nuestra convicción es de que la solución adoptada va a traer todavía muchos problemas entre los dos países" (Jornal do Brasil, 25/5/73) . La otra es de Marcondes Ferraz, el ex presidente de Eletrobrás (el ente energético brasileño): "...la binacional, formada por Brasil y Paraguay, equivale a la implantación de la zona del canal de Panamá, cuyos contratiempos vamos a sentir en breve..." (Jornal da Brasil, 18/5/73).

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Un proyecto esencialmente político

Brasil tiene urgente necesidad de ampliar su capacidad energética. Aunque actualmente tiene un relativo superávit 47, el aumento de consumo previsto por Eletrobrás -del 12 % al año-, exige un aceleramiento de las obras en curso y la concreción de los proyectos en estudio. La alternativa podría significar el colapso de todo el ambicioso plan de desarrollo brasileño. Inclusive, en la hipótesis de que todo marche conforme a lo previsto y que Itaipú empiece a generar energía en 1983, se prevé una crisis para aquel año.

Es obvio, igualmente, que la solución está en el aprovechamiento del enorme potencial hidroeléctrico existente. En primer lugar porque la energía así generada es mucho más barata; en segundo, porque hasta ahora Brasil no consiguió desarrollar plenamente la explotación de sus reservas de hidrocarburos: importa 80 % del petróleo que consume. Esos dos factores parecen indicar que la producción energética de los próximos años deberá seguir manteniendo la actual proporción: en 1972 estaban instalados 10.974 megavatios hidroeléctricos y solamente 2.515 megavatios térmicos.

Lo que es totalmente discutible y cuestionable es la conveniencia de construir Itaipú, cuando Brasil dispone en su vasto territorio de posibilidades de instalar más de 100 millones de kW. sin recurrir a fórmulas de explotación binacionaI. Inclusive descartando (por el momento) el potencial de los ríos de la Cuenca del Amazonas (en contra del cual se podría argumentar con la extensión de las líneas de transmisión hasta las zonas industrializadas), existen otras posibilidades concretas y económicas
48. Un, conocido ingeniero brasileño, Eugenio Silva, afirma que solamente en la región centro-sur existen 26 millones de kilovatios de potencial no aprovechado, representados por ríos ubicados mucho más cerca de los centros industriales de São Paulo y Rio de Janeiro que Itaipú, y situados totalmente en territorio nacional ( Opínião, 7/5/73).

Una de las posibles explicaciones para la opción por Itaipú, sería la planteada por el referido semanario brasileño en su edición del 9/4/73: "¿Será que la prioridad para Itaipú se debe al hecho fundamental de que la Light and Power
49   se opone a la mejor utilización de los ríos Tieté y Paraíba?" (donde la Light tiene sus propias represas).
En condiciones normales, en un país en pleno goce de su soberanía, la hipótesis sería totalmente absurda. Imposible admitir que los intereses de un trust extranjero prevaleciesen sobre los nacionales. Sin embargo, considerando que Brasil es actualmente una inmensa "sociedad anónima" controlada por las "multinacionales", la versión deja de ser absurda o imposible. Ese factor -resultante de presiones imperialistas sobre Brasil- junto con otro (los planes expansionistas brasileños), que analizaremos más adelante, podrían constituir una explicación razonable de la opción Itaipú.

Un ejemplo de las mencionadas posibilidades alternativas de Itaipú está constituido por el proyecto elaborado, en 1962, por el ingeniero Marcondes Ferraz (posteriormente presidente de Eletrobrás, por encargo del entonces ministro de Minas y Energía, Gabriel Passos, del gobierno Goulart. El plan consistía en construir una represa en el río Paraná, totalmente en territorio brasileño con capacidad de 10 millones de kW. (casi igual a la de Itaipú, 12,6 millones). El lago formado por el dique de la misma significaría -según el autor- la conexión con la Cuenca del Amazonas, volviendo posible, con algunas obras complementarias, la navegación desde la embocadura del Amazonas hasta Montevideo, en el Atlántico Sur. "Construiríamos, así, un verdadero litoral oríental para Brasil" -afirma Marcondes Ferraz-, agregando "sin destruir las bellísimas cataratas del Sete Quedas y sin crear un nuevo Canal de Panamá, un área de conflicto con pueblos vecinos".

Itaipú, al revés, con un desnivel de 120 metros, dificultará, si no tomará imposible, la navegación. Los técnicos brasileños todavía no se pusieron de acuerdo sobre las posibilidades técnicas y económicas de la construcción de esclusas en una represa tan alta. En cualquier hipótesis, el plan de navegación óptimo en los ríos de la cuenca estaría perjudicado. Se sacrifican, en consecuencia, a cambio de una solución inmediata, las enormes posibilidades futuras. Además, ese menosprecio brasileño por los planes de navegabilidad de los ríos del Plata podría estar vinculado a. otros planes elaborados por los geopolíticos de la Escuela Superior de Guerra, que analizaremos más adelante.

 
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"Una bomba H de agua"

Los argentinos está muy preocupados con la construcción de Itaipú. El ingeniero Justiniano Posse, por ejemplo, en carta al ministro de Relaciones Exteriores de su país, alertaba sobre el peligro representado por la gigantesca represa: "Los riesgos aumentan día a día porque Brasil insiste en construir en el río Paraná, al norte de la frontera con la Argentina, un dique colosal que no solamente violará nuestros derechos, sino que si fuera mal construido, se constituiría en una seria y terrible amenaza para las seis provincias y todas las ciudades situadas sobre los ríos Paraná y el Plata" 50.

Los voceros oficiales brasileños descartan la hipótesis. La campaña argentina no sería más que un pretexto para sabotear los planes brasileños, una manifestación más de la envidia de los países vecinos con relación al milagro brasileño.

Sin embargo otros sectores admiten, en Brasil, el peligro real, concreto: las aguas que serán represadas en ltaipú podrían llenar un cubo de 30 km3. Argumenta el semanario Opinião: "Si a esos 30 km³de agua se suman los 15 km ya acumulados en Fumas, no hablando de las aguas represadas en Jupiá y en los ríos Grande y Paranapanema, Tieté, etc., se puede imaginar qué arma terrible podría tener Brasil en contra de la Argentina" (19/3/73).

El citado ingeniero Eugenio Silva analiza el problema fría y científicamente: "No afirmamos que la represa de Itaipú se va a romper inundando regiones argentinas. Lo que defendemos es que el asunto sea estudiado técnicamente por ambos países interesados. Eso para prevenir futuras fallas, como las que se verifican en obras mucho menos monumentales de nuestra ingeniería. Lo que pasó con el elevado de Paulo Frontín y con la Gameleira
51, obras de la más elemental rutina, justifican nuestra preocupación con ltaipú".

No se pone en duda, en el caso, la capacidad de los ingenieros brasileños, ya comprobada en la construcción de innúmeras represas, inclusive el complejo de Urubupungá, que con sus 4,2 millones de kilovatios es uno de los mayores del mundo. Lo que preocupa son los métodos consagrados en la ejecución de obras públicas en Brasil, en su actual etapa de capitalismo salvaje, en la cual predomina la filosofía de ganar el máximo con un mínimo de inversiones, dentro del menor plazo posible, sin ninguna preocupación de carácter social y humano
52.
 
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La diplomacia de los hechos consumados

Nos parece que sería una elemental práctica de relaciones humanas a nivel internacional que el gobierno brasileño permitiese que ingenieros argentinos participasen en la elaboración de los proyectos de la represa, por lo menos en lo relativo a la seguridad, y acompañasen la ejecución de la obra. Pero hay que descartar totalmente tal hipótesis. La intransigencia de los militares de derecha que ejercen el poder en Brasil es total, y se refleja en publicaciones que traducen el punto de vista oficial. Así, Manchete, en su número 1094, decía: "No se admite más ningún debate, ni de orden jurídico ni de carácter político". O Estado de S. Paulo afirmaba: "No se trata -es la impresión general- de ningún tema en debate, y sí de un hecho consumado" (25/3/73).

Sabemos -los diplomáticos de ltamaratí deberían saberlo también- que es muy peligroso colocar a otros pueblos frente a hechos consumados. Es la "ley de la selva" vigente en Brasil, que se traslada al nivel internacional.

Es verdad que no todos piensan así en Brasil. A pesar de lo difícil -y peligroso- que resulta oponerse actualmente a las decisiones gubernamentales, están los que pregonan soluciones razonables, conciliatorias, no chauvinistas. La revista especializada Mundo Elétrico, en su número de setiembre de 1972, escribía: "Argentina insiste en la necesidad de que Brasil y Paraguay realicen consultas previas al inicio de la obra, pues -argumenta-, el río Paraná cruza también su territorio. Es una tesis que Brasil y Paraguay se rehúsan a aceptar. ¿Por qué? ¿No sería mucho más lógico el entendimiento múltiple en tomo de una empresa de tal importancia, que interesa no apenas a los tres países sino a todos los integrantes de la Cuenca del Plata, pues permitirá la regularización de varios ríos beneficiando la generación de energía y la navegación fluvial? La pregunta es lógica; consecuentemente, parece totalmente irracional la actitud intransigente asumida por Brasil y Paraguay".

Esa irracional intransigencia brasileña
53 está estableciendo un grave, peligroso precedente. Un precedente que, en el futuro, podrá volverse en contra de los intereses de Brasil. El gobierno brasileño parece ignorar que, en el caso del río Amazonas -mucho más importante que el Paraná-, el control de las aguas está en manos de otro país. Es fácil imaginar cuál sería la reacción de los militares de derecha que gobiernan Brasil si el Perú -valiéndose del precedente establecido por los propios brasileños- pasase a utilizar en forma indiscriminada, sin consultar a Brasilia, las aguas del Amazonas.

Olvidan totalmente los actuales gobernantes brasileños la admirable posición defendida por Clovis Bevilacqua, en el relatorio de la Comisión de Derecho Internacional Público, en 1932: "En las relaciones interamericanas el pensamiento rector, la luz que debe guiarnos, es la cooperación fundada en la igualdad y orientada hacia el bien común, respetados los derechos y los legítimos intereses de todos los Estados del continente".

¿Cómo explicar esa política dura, intransigente, sectaria del gobierno brasileño? 

La pregunta es todavía más oportuna si consideramos que el propio director de Eletrobrás, el general Amyr Borges Fortes, es partidario de un acuerdo amigable con la Argentina, optando por soluciones no radicales ni violentas, que podrán tener imprevisibles consecuencias. Es necesario, dijo, "un desarme de espíritus, sin lo que será totalmente imposible la unión de esfuerzos necesarios para el aprovechamiento óptimo de la inmensa riqueza de la Cuenca del plata" (Opinião, 19/3/73).

Ya vimos, anteriormente, cómo el propio ministro de Minas y Energía brasileño, Dias Leite, está convencido de que Itaipú es una bomba de tiempo.

¿Cómo se explica que el gobierno de Brasilia adopte una solución tan relevante, tan importante para el futuro de todos en el hemisferio, en contra de la opinión de sus propios técnicos, responsables por el sector en debate?.

En una nota publicada en Opinião, el ministro Dias Leite aclara lo que pasa: "El proyecto de Itaipú es esencialmente político. Por lo tanto la tarea principal no fue del Ministerio de Minas y Energía sino del Ministerio de Relaciones Exteriores" (4/6/73).

Para el gobierno brasileño, el problema de Itaipú y de toda la Cuenca del Plata es, efectivamente, un problema esencialmente político, y se encuadra en la estrategia elaborada por los geopolíticos de la Escuela Superior de Guerra que procura establecer la hegemonía sobre los países de la región. A la luz de la geopolítica, se explica perfectamente lo que parece ser totalmente absurdo desde el punto de vista técnico, diplomático y humano.

             
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Los múltiples caminos del expansionismo brasileño

El proyecto de Itaipú -un "plan esencialmente político"- (en el decir del propio ministro de Minas y Energía brasileño) debe ser analizado dentro de un contexto más amplio: dentro de la estrategia de los geopolíticos de la Escuela Superior de Guerra de incorporar gradualmente a Brasil las llamas áreas estratégicas. La incorporación de las mismas sería necesaria -según ellos- para la propia seguridad del régimen político y del sistema social vigente en Brasil, y para garantizar su futuro de gran potencia.

Ya comentamos., en otras oportunidades, la llamada "doctrina del cerco", elaborada por los geopolíticos de la "Sorbonne": "La doctrina del cerco parte de la tendencia del proceso histórico de encontrarse Brasil rodeado por regímenes hostiles ( ... ) . Más temprano o más tarde, el país deberá enfrentarse con enemigos localizados en las fronteras...".

Actualmente, asistimos al desarrollo de la primera etapa de los planes defensivos brasileños, planes esos absolutamente encuadrados en el clásico pensamiento militar: el ataque es la mejor defensa. "En la primera etapa, la guerra preventiva deberá ser conducida por la cancillería; esto es, deberá impedir que las fuerzas enemigas ganen terreno (psicosocial) en la frontera y, al mismo tiempo, asegurar a las fuerzas nacionales algún triunfo importante por la incorporación de poblaciones extranjeras al modo de pensar brasileño...".

Analizando la política latinoamericana del Brasil de los últimos años, se verifica que se desarrollan en forma rápida y eficiente los planes de incorporar a los países limítrofes a la esfera política, a la economía, al modo de vivir y pensar brasileños.

Dentro de la estrategia brasileña, la integración vial tiene una importancia considerada fundamental. Conseguida ella, la integración económica y la satelización política de los países vecinos serían consecuencias inevitables y alcanza con enumerar los principales proyectos viales brasileños para concluir que esa integración se procesa rápidamente "en ritmo de Brasil grande".

Con la Transamazónica, la Cuiabá-Santarém, y ahora con la Perimetral Amazónica y la Brasilia-Caracas (un total de cerca de 20 mil kilómetros de carreteras de primera categoría), que ya están cortando la Amazonia brasileña en todos los sentidos, se procura integrar toda la cuenca -la más grande del mundo-- a la economía brasileña y, además, por la conexión con los sistemas viales de Perú y Ecuador, llegar al Pacífico; y con los de Venezuela y la Guyana, establecer la presencia brasileña en el Caribe.

En relación con los países de la Cuenca del Plata, los planes son igualmente muy ambiciosos. Basta mencionar algunos proyectos, unos en fase adelantada de ejecución, otros ya decididos oficialmente y que se encuentran en la etapa de elaboración técnica: la conexión de los dos sistemas ferroviarios bolivianos, con la construcción del tramo de Santa Cruz de la Sierra a Cochabamba, que con sus 300 km establecerá la vinculación de Santos, en el Atlántico, con Arica, en el Pacífico; la carretera La Paz-Brasilia; las carreteras Asunción-Brasilia y Asunción-Santos, y el ferrocarril de 400 km Villa Rica (cerca de Asunción) a Guairá (en la frontera brasileña), que conectará con el sistema brasileño que lleva a Santos y a Paranaguá, en el litoral atlántico brasileño (asegurando al Paraguay una salida al mar, una alternativa a su actual única vía de comunicación internacional: los ríos de la Cuenca del Plata); las obras, ya muy adelantadas de las rodovías BR 153, BR 158, BR 392 Y BH 116, que reforzarán drásticamente el sistema de ligazón ya existente con el Uruguay, y para no alargar demasiado esa enumeración, el superpuerto de Rio Grande, que está siendo construido con el objetivo confesado de monopolizar, en el futuro (cuando los superbarcos de 300.000 toneladas dominen el transporte marítimo), las cargas de todo el Cono Sur, colocando a la Argentina y Uruguay en una situación de dependencia total.

En lo relativo a la integración económica, los planes marchan igualmente en forma acelerada. Las proposiciones brasileñas se suceden, y en algunos casos ya se concretan en acuerdos y proyectos en ejecución: la explotación del petróleo colombiano en sociedad con un monopolio yanqui por la Petrobrás; la construcción, por la misma, de una refinería de petr6leoen aquel país; la Binacional, cuya organización fue decidida durante la reciente visita el canciller brasileño Gibson Barbosa a Colombia, buscando la exploración y explotación del carbón de Cundinamarca. Las negociaciones para la explotación del petróleo ecuatoriano por la Petrobrás, todavía resistido por sectores nacionalistas del gobierno de Quito. En la misma situación se encuentran propuestas hechas al gobierno peruano (proyectos siderúrgicos y petroleros). En Bolivia el proceso de ocupación es casi total, destacándose, por su magnitud y por su importancia geopolítica, el gasoducto Santa Cruz de la Sierra-Paulinea (en el estado brasileño de São Paulo), y la planta siderúrgica de 500 mil toneladas que Brasil va a construir en Bolivia para explotar el mineral de hierro de Mutún. Y, finalmente, el más grande éxito de la diplomacia brasileña: el Tratado de Itaipú, por el cual el Paraguay se incorpora prácticamente a la economía y a la soberanía de Brasil.
En lo financiero, la integración a cargo del Banco do Brasil avanza rápidamente. De seguir la tendencia actual, Paraguay, Bolivia y Uruguay estarán -en pocos años- totalmente satelizados financieramente por el banco oficial brasileño. Con 10/20 % de los depósitos de sus sucursales en los países centrales (que deben superar actualmente a los 3.000 millones de dólares), el Banco do Brasil podrá controlar los mercados financieros de los tres países (considerados, junto con Chile, la Cuyana y Colombia, como la primera etapa del proceso expansionista).

Paralelamente, se desarrolla en forma intensa la ocupación física de las zonas fronterizas de los tres países, por latifundistas, y colonos brasileños. Una franja de 100 kilómetros en el lado paraguayo y en el boliviano de la frontera con Brasil ya está prácticamente ocupada. Si se mantiene la actual crisis que inmoviliza al Uruguay, y el boom que se verifica en el agro riograndense del sur -que determina que las tierras se vendan en un lado de la frontera por precios de 3 a 6 veces superiores a los vigentes en el otro lado-, es prácticamente inevitable que los estancieros brasileños copen totalmente los "ricos campos de la planicie del Plata", o sea, el Uruguay.

Mientras la Argentina sigue inmovilizada por las contradicciones que se verifican en el seno del peronismo (contradicciones inevitables, principalmente si consideramos la composición policlasista de ese movimiento), Brasil trata de consolidar su liderazgo, de imponer su hegemonía, utilizando una estrategia agresiva a base de "hechos consumados", como la aplicada en el caso de Itaipú.

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Desarrollarse y obstaculizar el desarrollo ajeno

Existe fundamentalmente una manera pacífica de establecer la hegemonía de un país sobre una determinada región: conseguir un ritmo de desarrollo muy superior al de los países vecinos. Si esa situación se mantiene por varios años, el abismo entre el nivel de la economía del país desarrollado y el de los demás se vuelve tan grande que determina, inevitablemente, la dependencia económica. Establecida ésta, las economías de los más atrasados pasan a subsidiar -por la expoliación de la plusvalía, por el saqueo de las riquezas naturales y por las pérdidas en el intercambio- la economía del país más poderoso económicamente, aumentando cada vez más el desnivel.

La dependencia económica lleva, a su vez, a la satelización política. Los obstáculos políticos -como las fronteras- son gradualmente eliminados. Igualmente los culturales: el modo de vivir y de pensar de los pueblos dominados es modificado por el de los metropolitanos.

En América del Sur vivimos, actualmente, las primeras etapas de un proceso de expansión que tiene a Brasil como protagonista.  Si los pueblos vecinos no toman conciencia del mismo y pasan a resistir y a reaccionar, uniéndose inclusive para detener la avasallante ola de expansionismo, los años 80 van a encontrar al hemisferio totalmente abrasilerado.

En las actuales relaciones de Brasil con sus vecinos se verifica la existencia de toda una estrategia, racionalmente planeada, cuyo objetivo es establecer, a mediano plazo, la hegemonía brasileña sobre todo el sur del continente. El gobierno de Brasilia no se limita a utilizar todos los métodos -los más antinacionales y antisociales- para acelerar al máximo el desarrollo brasileño. Paralelamente, trata de controlar las economías de otros pueblos de la región. Y, a la vez, intenta sabotear los propósitos desarrollistas de la Argentina, el único país del hemisferio que, en el momento actual, podría disputar a Brasil el liderazgo regional e intentar obstaculizar sus planes expansionistas.

Dos ejemplos muy claros de esa última parte de la estrategia brasileña lo dan los recientemente firmados acuerdos para la explotación del mineral de hierro de Mutún (con Bolivia), y para la construcción de la hidroeléctrica de Itaipú con el Paraguay. Todos sabemos -y los geopolíticos brasileños especialmente- que el futuro de la Argentina como potencia industrial depende, fundamentalmente, de los yacimientos de mineral boliviano y de la energía generada en el río Paraná.

Las reservas brasileñas de mineral de hierro y manganeso, ubicadas en el estado de Minas Gerais en la sierra de los Carajás (en la Amazonia), y en la sierra gemela de Mutum, Urucum, deben sumar de 150 a 200 mil millones de toneladas. Según los planes brasileños, la exportación de mineral de hierro alcanzará a los 100/150 millones en los próximos diez años 54. Considerando los planes siderúrgicos muy ambiciosos en marcha, el consumo nacional de mineral podría alcanzar los 50 millones de toneladas en la primera mitad de la década del 80. Eso significa que las reservas brasileñas conocidas (gran parte del subsuelo nacional todavía no está explorado) alcanzarán para aproximadamente mil años.

Por eso, los yacimientos bolivianos de Mutún no interesan a Brasil. Además, están muy mal ubicados en relación a los mercados internacionales, comparados con las minas brasileñas. El ministro brasileño de Minas y Energía, Días Leite, fue categórico hace pocos meses al respecto: "el mineral boliviano no interesa a Brasil".

Sin embargo, poco después, en la reciente visita del canciller brasileño a La Paz, fueron asentadas las bases para la constitución de una binacional entre los dos países; objetivo: explotar el mineral de Mutún y construir una planta siderúrgica de 500 mil toneladas de hierro bruto al año en Santa Cruz de la Sierra, financiada por Brasil.

Es obvio que esa producción importa muy poco para Brasil. Solamente los proyectos ya comprometidos con "multinacionales" japonesas representarán la producción, en los primeros años de la próxima década, de cerca de 26 millones de toneladas de acero en Brasil. Lo que importa, en el caso, es eliminar la posibilidad de que la Argentina pueda utilizar el mineral boliviano.

La maniobra es todavía más compleja. Brasil va a industrializar el mineral boliviano, ayudando al desarrollo del país hermano, mientras los planes argentinos, en relación con Mutún, serían típicamente colonialistas: comprar mineral en bruto. Sabemos que el proyecto brasileño es igualmente imperialista: lo producido por la planta a ser instalada en Santa Cruz será un producto semiacabado y su venta será hecha -según el acuerda firmado--, obligatoria y exclusivamente a Brasil. Y lo que significa una fábrica con un único cliente, principalmente cuando ése tiene muchas otras fuentes donde abastecerse, es harto conocido. De cualquier manera el objetivo fue alcanzado: la posibilidad de la Argentina de utilizar el mineral de Mutún, mientras se mantenga el actual gobierno en Bolivia, fue descartada.

Con Itaipú sucede alga por el estilo. El objetivo es idéntico: obstaculizar el progreso argentino, aumentando así la diferencia -ya muy grande- del nivel de desarrollo de las economías de los dos países.

Vimos anteriormente que Brasil dispone de otras innumerables posibilidades para atender, en forma económica, sus necesidades de energía eléctrica en los próximos años, sin valerse de soluciones 'binacionales'.

¿Por qué entonces correr los riesgos de una solución de ese tipo?

La única respuesta posible es: el propósito de integrar al Paraguay definitivamente en la órbita brasileña, liquidando la secular política neutral pendular del país guaraní. Asociándolo nominalmente a una empresa que significará una inversión de 2.500/3.500 millones de dólares -varias veces el Producto Nacional Bruta paraguayo 55 - Brasil incorpora prácticamente al país vecino.

La maniobra es todavía más amplia, más compleja, más ambiciosa.

Hace años que estaba decidida la construcción, por Brasil y Paraguay, de la hidroeléctrica de Sete Quedas. El potencial sería de 12/15 millones de kilowats, superior por lo tanta al de Itaipú. Los proyectos de la misma ya estaban en fase muy adelantada e, incluso, ya se gestionaba la financiación de la obra a nivel internacional.

¿Por qué, de un momento a otro, cambiaron los planes brasileños y se decidió la construcción de Itaipú, 160 kilómetros más al Sur, en el mismo río Paraná?

Ningún argumento fundamental fue proporcionado por los técnicos para justificar el cambio. Desde el punto de vista económico, el nuevo proyecto tampoco presenta ventaja: el costo de Itaipú aparentemente no será inferior -por kW.- al de Sete Quedas. y por estar ubicado 160 km más al Sur, más lejos de las principales centros consumidores -São Paulo y Rio de Janeiro- las líneas de transmisión será más extensas y, consecuentemente, más caras.

La única explicación para ese cambio aparentemente sin ventajas técnicas ni económicas podría ser encontrada en un detalle técnico de carácter netamente geopolítico. La construcción de Itaipú perjudicará -por la proximidad de las dos represas y la consecuente disminución de la fuerza de la corriente- la construcción de Corpus por la Argentina. Los técnicos afirman, inclusive, que las dos hidroeléctricas, tal como están programadas, son excluyentes. La única posibilidad de tornar viable la represa de Corpus sería que las brasileñas concordasen en aumentar la cota de Itaipú de 100 metros al nivel del mar (como está prevista) a 125. Parece obvio que el gobierno brasileño ni siquiera va a considerar esa hipótesis, pues ella significaría la reducción del potencial de esa última.

Aparentemente, la maniobra de las geopolíticos brasileños tuvo éxito total: aseguró a Brasil una potencia de 12,6 millones de kW.; anexó prácticamente al Paraguay y perjudicó el proyecto hidroeléctrico más importante de la Argentina (para el cual ella no tiene, como Brasil, alternativas exclusivamente nacionales) 56.

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Paraguay, un segundo Puerto Rico

Los diarios brasileños destacan el “liberalismo del barón do Cotegipe, "a quien el Paraguay debe su participación en Itaipú" (Jornal do Brasil, 22/4/73). Derrotado, destruido, prácticamente despoblado par la bárbara guerra de la Triple Alianza, el Paraguay no tenía en 1872, cuando fue firmado el Tratado Definitivo de Paz y Amistad Perpetua con Brasil, las mínimas condiciones para resistir a cualquier exigencia de las vencedores.

El hecho de que el tratado redactado por Cotegipe estableciera que "...el territorio del Imperio de Brasil limita can el de la República del Paraguay por el álveo del río Paraná...", asegura, actualmente, la participación del país de Solano López en la futura hidroeléctrica de Itaipú. Eso porque, como señala el referido diario, "en aquella época nadie especulaba con la importancia de los cursos de agua para el aprovechamiento hidroeléctrico", Es obvio que, si el barón brasileño hubiera tenido la más mínima idea al respecto, los límites entre Brasil y Paraguay no estarían constituidos por el río Paraná sino por una frontera seca situada algunos kilómetros más al Oeste.

Carlos Real de Azúa
57, analizando las condiciones muy especiales que posibilitaron la formación 'de esa "Suiza latinoamericana" que fue el Uruguay, destacaba el hecho de que el uruguayo era "un territorio sin riquezas extractivas", lo que salvó a los orientales de una dominación imperialista realmente opresiva, como la que le fue impuesta a casi todos los restantes países del continente.

Si es verdad, como dice el pueblo, que hay males que vienen para bien, también se verifican beneficios que a la larga resultan desastrosos. Considerando lo que va a pasar can el Paraguay, ahora que fue firmado el Tratado de Itaipú, seguramente hubiera sido mejor para el pueblo hermano que el barón de Cotegipe tuviera algunas conocimientos hidráulicos. El hecho de poseer -el país guaraní- una de las márgenes del río Paraná, la transformará en un estado más de la República Federativa de Brasil, pero en un estado especial, sin los derechos y prerrogativas de los demás. Paraguay será el Puerto Rico de Brasil.

Un simple análisis del tratado recién firmado alcanza para confirmar la previsión.

 
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Un tratado colonialista

El artículo III del Tratado de Itaipú establece: "Las Altas Partes Contratantes crean, en igualdad de derechos y obligaciones, una entidad binacional denominada ITAIPÚ...". Los parágrafos y artículos siguientes repiten hasta el hartazgo la condición de igualdad: la "Itaipú" tendrá sedes en Asunción y en Brasilia; será administrada por un Consejo de Administración y un Directorio Ejecutivo, integrados por igual número de nacionales de ambos países; los documentos oficiales serán redactados en los idiomas español y portugués; el capital será dividido en partes iguales, U$S 50 millones de dólares para cada alta parte contratante, etcétera.

Toda esa apariencia de igualdad se derrumba con el parágrafo único del artículo VIII: "Cualquiera de las Altas Partes Contratantes podrá, con el consentimiento de la otra, adelantarle los recursos para la integración del capital, en las condiciones establecidas de común acuerdo".

Las condiciones establecidas de común acuerdo son las contenidas en una de las notas reversales firmadas juntamente con el tratado: "...el gobierno brasileño, a través de uno de sus organismos financieros, abrirá un crédito a favor de la Administración Nacional de Electricidad (ANDE) del Paraguay, por un valor equivalente a cincuenta millones de dólares...".

Además, según establece otra nota reversal: "...el gobierno brasileño dará garantía, en los términos abajo relacionados, a los créditos que serán contratados por Itaipú, destinados al pago de bienes y servicios necesarios para la construcción de la hidroeléctrica a cargo de la referida entidad".

Es obvio que la igualdad será pura ficción. El país que pone la plata, que consigue y garantiza los préstamos internacionales (que no serán pequeños, pues el costo de la represa está calculado entre 2,5 Y 3,5 mil millones de dólares) 58, será, en realidad, el dueño. Hay que considerar, además, que los gobernantes del otro país, como el canciller Sapena, tienen alma de cipayos. Él afirma feliz: “A los 50 años Paraguay tendrá, sin haber puesto absolutamente nada, una usina que produce 5 millones de kilovatios-hora” (ABC Color, 31/5/73).

El fabuloso potencial hidroeléctrico del río Paraná es, para los capos de la dictadura paraguaya, absolutamente nada. Felizmente no todos piensan así en el país guaraní, lo que significa que no todo está perdido: "Si el Paraguay en empresas como ésta no negocia en buenas condiciones generales y a justo precio, sus recursos naturales TANTO CON EL BRASIL COMO CON LA ARGENTINA, habría perdido la única posibilidad que tiene -la única en su vida, si no descubre alguna otra riqueza natural extraordinaria- de obtener por sí mismo los recursos para lograr su desarrollo pleno e independiente", escribía ABC Color el 28/5/73.

Es incuestionable que una política cuyo objetivo fuese explotar la necesidad que tienen los dos subimperios de utilizar el potencial hidroeléctrico del Paraná, sería la única posibilidad para Paraguay de obtener amplios beneficios, imponiendo sus propias condiciones a los dos grandes, sin perder su soberanía. Exigiendo -su posición privilegiada en relación al río Paraná se lo permitiría- la formación de una empresa multinacional integrada por todos los países de la cuenca, que proyectase y concretase los planes de aprovechamiento óptimo de todos los recursos hidroeléctricos de la región, así como de la navegabilidad plena de los ríos, el Paraguay podría disponer, para los años 80, no solamente de los 6.300.000 kW. (que sólo nominalmente le pertenecerán) sino de 9/10 millones. Además, no debería comprometer anticipadamente la venta de su cuota de energía.

Esa fabulosa cantidad de energía eléctrica disponible en un momento en que la crisis energética en el mundo va llegando al auge, podría ser negociada en condiciones excepcionales por el Paraguay. Los excedentes podrían ser vendidos al mejor postor, al precio más alto posible, explotando la rivalidad y la necesidad de los dos grandes. Sería la única manera del Paraguay de recobrarse de los males y secuelas de la Triple Alianza y a la vez proporcionar las condiciones de desarrollo y bienestar que su pueblo, tan sufrido y miserable, necesita desesperadamente.

Sin embargo, el gobierno de Stroessner hizo todo exactamente al revés. Se colocó incondicionalmente aliado de Brasil, perdiendo lo que los brasileños llamamos el poder de barganha, el poder de negociar. Comprometió igualmente la propia independencia del país, pues la misma solamente es posible por el equilibrio entre los dos subimperios. Al proporcionar a Brasil los medios de consolidar su supremacía sobre la Argentina, el gobierno paraguayo reforzó su propia situación de dependencia en relación a Brasil.

Al firmar el Tratado de Itaipú, la dictadura paraguaya hizo exactamente lo contrario de lo que pregonaba Artigas en 1816, y que debería servir de norma para los países pequeños en sus relaciones con los poderosos: no vender su rico patrimonio al bajo precio de la necesidad. Stroessner sacrificó el rico patrimonio de los paraguayos. Y con un agravante: lo vendió a un precio ridículamente bajo, a precio de remate y, lo que es peor, en un remate donde solamente había un licitante.

El Anexo C del tratado establece “la división en partes iguales de la energía producida (…). Cuando una entidad decida no utilizar parte de la potencia (…), podrá autorizar a la Itaipú a ceder a la otra entidad la parte que así se vuelva disponible”.

En razón de su trágico subdesarrollo, el Paraguay no deberá utilizar inicialmente en 1983, cuando empiece a funcionar la planta generadora, más de 300.000 kW. Ese consumo se duplicará cada 7 años -calculan los técnicos de Ande-, llegando posiblemente a los 6,3 millones solamente en el año 2020. Eso significa que la energía de Itaipú va a ser consumida inicialmente en forma casi exclusiva por Brasil, contribuyendo muy poco al desarrollo paraguayo.

Quedaría la posibilidad de que la energía vendida -a buen precio-- representase un sustancial aporte a la renta nacional paraguaya, que podría ser utilizada en el aceleramiento del proceso desarrollista y en la mejoría de las condiciones de vida del pueblo. Veamos en cuánto fue fijado el precio de venta de la energía excedente. El parágrafo III.8 del Anexo C, establece: "El manto necesario para la compensación a una de las Altas Partes Contratantes equivale a trescientos dólares de Estados Unidos de América por gigavatio (un millón de kilovatios/hora), cedido a la otra Alta Parte Contratante. Esa compensación se efectuará mensualmente en la moneda disponible por la Itaipú".

¿Qué significará eso para el Paraguay en 1988, cuando la usina estuviera operando con su capacidad plena?

Por la cesión de derecho de utilización de cerca de 30.000 gigavatio/hora anuales, el gobierno paraguayo recibirá, al precio estipulado de U$S 300 por gigavatio, nueve millones de dólares. Recibirá igualmente en concepto de "royalties" por la utilización de las aguas, a razón de 650 dólares/gigavatio, cerca de U$S 19.500.000 al año. O sea, menos de treinta millones de dólares anuales.

ABC Color (24/5/73) calculaba que: "a los 30.000 gigavatio/ hora de propiedad paraguaya puede hoy en día asignárseles un valor de unos 250 millones de dólares, calculándose tan sólo al precio que rige actualmente en Estados Unidos para la producción al por mayor de energía eléctrica, de un guaraní el kilovatio/hora".

Otro diario paraguayo agregaba: “Cabe tener en cuenta que en el informe sobre energía eléctrica, que remitiera últimamente el presidente norteamericano al Congreso de su país, se prevé ya que el costo de la energía eléctrica aumentará sustancialmente en los próximos diez años debido al aumento acelerado de los precios del petróleo, gas natural, carbón, etc., por lo cual un kilovatio/hora, en barra y por mayor, costará aproximadamente el equivalente de un guaraní con cincuenta céntimos. Tenemos entonces que para 1983, el valor correspondiente al Paraguay de la energía generada sería de aproximadamente 410 millones de dólares... (La Tribuna, 24/5/73).

La diferencia entre los 400 y los 30 millones será -aparentemente-- consumida en el pago de intereses, en la amortización de la tremenda inversión, en la administración de la empresa, etcétera 59.

Es tan insignificante el beneficio directo que aportará al Paraguay la explotación de Itaipú que el propio canciller Sapena Pastor, acorralado por los diarios y los parlamentarios de la oposición, tuvo que admitir: "Hemos emprendido ltaipú no como un negocio; Itaipú no es un negocio, ni para Brasil ni para Paraguay. No importa que saquemos algunos millones de dólares. Nuestro objetivo no es rendimiento económico; el objetivo es el desarrollo nacional..." (La Tribuna, 26/5/73).

Las declaraciones del canciller serían exactas si él agregara: “...brasileño”. Sí, porque será Brasil quien va a utilizar la energía en los primeros veinte o treinta años, en beneficio de su desarrollo.

Una de las notas reversales establece que: "Los recursos en moneda de terceros países resultantes de operaciones financieras, deberán ser negociados en el mercado brasileño de cambio".

Eso significa: a) que los préstamos internacionales para Itaipú se convertirán en una nueva fuente productora de divisas para Brasil, principalmente si consideramos que la industria brasileña ya tiene capacidad para fortalecer la mayor parte de las instalaciones y equipos necesarios; b) que la única moneda de que dispondrá Itaipú para pagar la energía cedida por Paraguay serán cruceiros, moneda inconvertible que deberá ser gastada necesariamente en Brasil, lo que representará un aumento masivo de las ventas de los monopolios internacionales con sede en territorio brasileño al Paraguay.

En Brasil la euforia es total con el bajo precio de la energía que le va a proporcionar el Paraguay: "Efectivamente, la energía de Itaipú, por todos las cálculos que tenemos hay, será cerca de 25 a 30 % más barata que la más barata energía generada en Brasil actualmente. Eso en los próximos 20 años. En los años siguientes (después de amortizadas las deudas), la energía va a costar la mitad o menos de la producida por otras fuentes en Brasil" -afirmó el ministro de Minas y Energía, Dias Leite (Jornal do Brasil, 25/5/73)-. El pueblo paraguayo va a subvencionar, por algunos miles de millones de dólares hasta el año 2020, el progreso brasileño.

Vemos, en el caso de Itaipú, que siguen absolutamente vigentes las normas del colonialismo e imperialismo clásicos: son los pueblos pobres y sometidos quienes -por la exportación de la plusvalía o por el saqueo de sus riquezas naturales- financian el progreso de los países y el confort de los pueblos centrales.

A pesar de que está siendo gradual e inexorablemente ocupado y explotado por las "multinacionales", Brasil se transforma, en relación a sus vecinos, en un país central imperialista. Y como tal, los explota brutalmente y los coloniza.

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39. Obra citada.

40. Desde el potencial hidroeléctrico mencionado hasta las minas de hierro de Mutún y Urucum -calculado en 60.000 millones de toneladas- y el gas de petróleo de Bolivia, pasando por la pampa húmeda argentina, por las reservas forestales de Paraguay y Mato Grosso y por el Pantanal de ese estado brasileño.

41. En el primer momento la polémica tenia como objeto la hidroeléctrica en Jupiá; posteriormente, la de Ilha Solteira, ambas situadas enteramente en territorio brasileño, con el potencial de 4,2 millones de kw.

42. En Jupiá el flujo de agua normal pasó a ser de 4.500 1l13/segundo, bajando, en época de sequía, a 200 m³. Antes de la represa, ese mínima llegaba a 1.360 m³.

43. El complejo hidroeléctrico formado por Jupiá e I1ha Solteira.

44. Los ministerios de Relaciones Exteriores de Brasil y Argentina, respectivamente.

45. Entre ellos Clovis Bevilacqua, el autor del Código Civil brasileño hasta hoy vigente, Epitácio Pessoa y Prudente de Moraes, dos ex presidentes de la República.

46. En una piscina, mientras se tostaban al sol de Brasilia.

47. Datos relativos a 1972 revelan que el consumo fue de 47,5 mil millones de kW. y la producción de 57,6 mil millones.

48. Ese argumento ya está superado. Ya está decidida la construcción de una hidroeléctrica en la Amazonia -de 3 millones de kW.- cuya energía será en parte consumida en la industrialización de la bauxita del río de las Trombetas y el restante "transportado" hacia el centro-sur del país.

49. La multinacional canadiense que domina la producción y la distribución de energía eléctrica en São Paulo y Rio de Janeiro.

50. "El profesor J. P. Rothé, titular de la Asociación Internacional de Sismología y Física del Interior de la Tirra, sostiene que cuando la profundidad de los lagos que forman los diques excede los cien metros de altura, se pueden producir terremotos artificiales y que ello puede suceder indistintamente en terrenos de rocas viejas o nuevas y en áreas donde no se han presentado fallas durante prolongados períodos geológicos." El lago de Itaipú tendrá una profundidad de hasta 130 metros.

El citado científico cita el caso de "la presa de Koyna, en la India, con un lago de 103 metros de profundidad, ubicada en una región donde no habían ocurrido terremotos. El l0 de diciembre de 1972 se produjo uno, que provocó el desbordamiento de sus aguas y la muerte de mas de 200 personas, además de ingentes pérdidas materiales" (La Nación, 5/12/76).

51. El ingeniero se refiere a construcciones que en los últimos años se .derrumbaron, en Río y en Belo Horizonte respectivamente, ocasionando un gran número de muertos y heridos.

52. El reciente incendio del Edificio "Jocema", en São Paulo, constituye un ejemplo más del total desprecio con que se trata la vida humana. Los 200 muertos, que podrían haber sido varios miles si el fuego empezara algunas horas más tarde, cuando el movimiento estuviera en el auge, fueron inmolados al lucro; son víctimas del “ahorro” hechos en los dispositivos de combate al fuego: había una única escalera externa de 50 cm para socorrer a las decenas de miles de personas que transitan por el edificio cada día.

53. La paraguaya es un reflejo de la satelización del país guaraní.

54. Este año deberá situarse en 42 millones de toneladas.

55. Actualmente el costo de Itaipú ya está calculado en 5,6 mil millone's de dólares. Si se mantiene la inflación mundial, el mismo subirá hasta 1988 -cuando esté totalmente concluida la hidroeléctrica- a 8/10 mil millones de dólares. Como Brasil irá a financiar totalmente la obra, la deuda de Paraguay hacia su poderoso y absorbente vecino podrá equivaler a cuatro o cinco veces su PIB. A cada uno de sus tres millones de habitantes le corresponderá una deuda de más de mil dólares. Seguramente un récord mundial de dependencia.

56. El nivel de dependencia del Paraguay surge evidente de su no exigencia en compatibilizar los dos proyectos. El aprovechamiento óptimo del potencial del llamado "cañón de Guairá" favorecería especialmente al país guaraní.

57. “El impulso y su freno”.

58. Ver nota sobre el costo final de Itaipú.

59. Todos esos cálculos ya están totalmente superados por los aumentos masivos verificados en los precios del petróleo en el segundo semestre de 1973. Si se mantuviera el acuerdo, que asegura a Brasil precios fijos por un período de 50 años, ya en 1988 el pueblo guaraní estaría subsidiando, en por lo menos mil millones de dólares al año, el "milagro brasileño'.