Parte III
La cuenca de la integración o los ríos
de la discordia
Este ensayo fue escrito en abril de 1973 y publicado en
libro en dos oportunidades: "Brasil va a la guerra", Schapire
Editor y "Una situación explosiva: la Cuenca del Plata",
edición Tierra Nueva.
15. Itaipú: energía
y geopolítica
En febrero de 1973 en Asunción, los cancilleres de Paraguay y Brasil
-Sapena Pastor y Gibson Barbosa, respectivamente- firmaron el Tratado de
Itaipú. Por el mismo, los dos gobiernos se comprometen a la construcción
de la represa de Itaipú en el río Paraná, sobre la
frontera de los dos países y cerca del límite con la Argentina.
Con la capacidad de 12,6 millones de kW. y un costo calculado entre 2.500
y 3.500 millones de dólares, la hidroeléctrica será la
más grande del mundo, superando las de Grand Coolie, en
EE.UU. (9,7 millones de kW.), Krasnoyarsk, en la URSS (6,9 millones),
y la canadiense Churchill Falls (5,5 millones). Será cinco
veces mayor que la de Assuán, en Egipto.
El hecho, muy importante en sí, tiene además un trasfondo
geopolítico de enorme significado. Trasciende ampliamente los ámbitos
nacionales de los dos países: interesa también intensamente
a los demás países de la Cuenca del Plata, en especial a
la Argentina. Por constituir -la cuenca- uno de los más importantes
y ricos "espacios vacíos'" del mundo, su futuro interesa
a toda América latina y puede significar --siempre que sea racionalmente
explotada- mucho para el propio futuro de la Humanidad.
El tratado firmado en Asunción no significa, en absoluto, la solución
del problema. Al contrario, representa un obstáculo muy grande a
la solución óptima, que debería ser intentada conjuntamente
por todos los países interesados.
En consecuencia, Itaipú será, en los próximos años,
una presencia constante en el noticiero mundial como uno de los elementos
más conflictivos de la geopolítica latinoamericana. En razón
del tratado ahora firmado, la Cuenca del Plata va a ser, más que
nunca, la línea de tensión máxima en el campo sudamericano
(para utilizar la expresión del geopolítico brasileño
Golbery do Couto e Silva) 39.
Por eso, entendemos que podría ser útil un análisis
amplio y profundo del complejo problema. Intentaremos hacerla.
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¿La cuenca de la integración, o los ríos
de la discordia?
Con sus 3,5 millones de kilómetros cuadrados, la Cuenca del Río
de la Plata es la sexta más grande del mundo y la segunda de América
latina (después de la amazónica). Sus principales ríos
-Paraná, Paraguay, Uruguay y el Plata- y sus afluentes proporcionan
a la economía de la región 15 mil kilómetros de vías
navegables y constituyen la única salida natural al mar para Bolivia
y Paraguay -países mediterráneos- y para importantes regiones
de Brasil y la Argentina.
El potencial hidroeléctrico de los ríos de la cuenca -en
el caso de aprovechamiento "óptimo"- podría llegar
a los 60170 millones de kW. (solamente el río Paraná, en
su curso brasileño, puede generar 32,5 millones).
Considerando su inmensa riqueza natural 40,
la región puede ser considerada, junto con la Amazónica,
la Siberia y el Cercano Oriente, una de las más ricas del mundo.
Tiene todas las posibilidades de transformarse en un gigantesco Tennesee
Valley y a la vez, en un Ruhr latinoamericano.
La región es habitada actualmente por cerca de 80 millones de habitantes
(cerca del 83 % de la población argentina, 63 % de la boliviana
y el 100 % de la uruguaya y paraguaya). Con la explotación racional
de sus inmensas riquezas, el territorio de la Mesopotamia sudamericana
podría proporcionar condiciones excepcionales de vida para 300/400
millones de habitantes.
Todas esas posibilidades se multiplicarían en caso de concretarse
en el futuro la conexión de la cuenca con las del Amazonas y Orinoco,
posibilidad absolutamente factible y relativamente económica. Con
un sistema de grandes lagos, el continente sur sería cortado -desde
el Caribe hasta Montevideo, en el Atlántico- por una vía
navegable para barcos de mediano calado. Es innecesario argumentar sobre
lo que eso significaría en términos de desarrollo para el
hemisferio. América del Sur tendría un "tercer litoral".
La estrategia que se aplique en los próximos años en el desarrollo
de la región podrá ser decisiva para el futuro de América
del Sur, de toda América latina. De la misma depende, fundamentalmente,
el proceso de integración. La Cuenca del Plata podrá ser
el nexo principal en la formación -de la Patria Grande de los latinoamericanos.
O, si prevalece el criterio de soluciones parciales, egoístas, conflictivas
y de carácter imperialista como la establecida por d Tratado de
Itaipú, los ríos del Plata podrán ser los marcos de
la discordia entre los países de la región, de disputas de
imprevisibles consecuencias entre pueblos hermanos.
[ Arriba ]
La geopolítica de la
cuenca
Desde el punto de vista geopolítico, la región presenta la
siguiente situación: dos países grandes, Brasil y la Argentina,
con no disimuladas tendencias expansionistas, y tres países chicos
(geográfica, demográfica o económicamente chicos):
Uruguay, Bolivia y Paraguay. Estas dos últimos son países
mediterráneos, sin salida al mar: prisioneros geopolíticos,
para utilizar el vocabulario del imperialismo de nuestras días.
Su liberación depende fundamentalmente de la integración.
Uruguay, estratégicamente ubicado en la Cuenca del Plata, entre
los dos grandes y el océano Atlántico, con posibilidades
de construir un superpuerto en La Paloma (para los barcos del futuro),
podría tener un papel fundamental en el futuro de la región
integrada.
De todos las países de la región, el que menos depende de
la cuenca para su desarrollo es Brasil. Teniendo en su territorio la parte
mayor y más importante de la cuenca amazónica (4,5 millones
de km2); un enorme litoral de 7,4 mil kilómetros, muy bien ubicada
en relación con los Estados Unidos, Europa y África; un potencial
hidroeléctrica que puede alcanzar (descartado el que le corresponde
en la Cuenca del Plata) a los 100 millones de kW.; incalculables recursos
naturales, vegetales y minerales, Brasil podría darse el lujo de
volver la espalda al río Paraná, sin comprometer sus
posibilidades de desarrollo pleno.
Sin embargo (confirmando la leyenda de que "Dios es brasileño..."),
es Brasil quien tiene, en relación con el conjunto de ríos
que forman la Cuenca del Plata, la posición clave. El principal
río, el Paraná, nace en su territorio, aportando el mayor
caudal de aguas. Consecuentemente, como dijo el almirante Rojas, Brasil
tiene en sus manos la válvula de admisión del agua. Una política
agresivamente imperialista brasileña -utilización incontrolada
de las aguas o la contaminación/polución de las mismas, etc.-
podría comprometer irremediablemente el desarrollo de los países
vecinos y poner en riesgo la propia supervivencia de los pueblos hermanos.
El Paraguay es el segundo país mejor ubicado en lo relativo al
aprovechamiento de las aguas del Paraná, En los proyectos óptimos
de utilización del potencial hidroeléctrico del río,
el país guaraní será, necesariamente, socio de Brasil
y la Argentina. El Paraguay dispone -en el decir del almirante argentino-
de la llave de paso...
Bolivia posee el otro gran potencial económico de la región:
los fabulosos yacimientos de hierro de Mutún y grandes reservas
de gas de petróleo. De la explotación conjugada de esos dos
elementos podría resultar el mayor, más racional y económico
complejo siderúrgico del mundo.
Tanto en relación al aprovechamiento de las aguas como en lo relativo
a los recursos minerales, la Argentina es la prima pobre de la cuenca.
Por estar muy mal ubicada, tiene muy poco que ganar y mucho que perder,
siempre que la explotación no se haga en forma racional y colectiva.
Al contrario de Brasil, el futuro industrial de la Argentina depende, fundamentalmente,
de la energía generada en el río Paraná y del mineral
de hierro de Mutún. Y ese mineral solamente podrá serle útil
en el caso de que se mantenga y mejore la navegabilidad de los ríos
de la cuenca.
Además de la mayor dependencia y de tener la menor posibilidad de
utilizar los recursos naturales de la región, Argentina (junto con
el Uruguay) es la que más riesgo va a correr con el aprovechamiento
de las aguas de los ríos de la cuenca. La eventual ruptura de uno
de los diques que ya represan y van a represar -en los años 80-
el Paraná (y que no causaría grandes daños en Paraguay
y Brasil, pues las regiones afectadas son prácticamente desiertas,
ni en Bolivia, que se encuentra en el curso superior de los ríos),
podría tener trágicas consecuencias para los dos países
de la embocadura del Plata. Serían igualmente la Argentina y el
Uruguay los grandes perjudicados por la contaminación de las aguas
de los ríos, por la instalación indiscriminada de industrias "sucias" en
Brasil, en la región beneficiada por las hidroeléctricas. El
estuario del Plata podría ser transformado en una, enorme cloaca.
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Residuos de curso sucesivo
Esa situación generó, en los últimos años,
una serie de interminables y enconados debates entre los geopolíticos
de los dos grandes de la cuenca. Y, a la vez, una violenta disputa por
el control político-económico de los dos países mediterráneos
-Paraguay y Bolivia- geopolíticamente decisivos.
El primer argumento manejado por los argentinos, específicamente
por el citado almirante Rojas, de que las represas construidas por Brasil
41 representarían
un serio riesgo para la navegabilidad en los cursos inferiores de los ríos
de la cuenca no tenía, aparentemente, fundamento. No es necesario
ser un experto en ingeniería hidráulica para concluir que
los diques, en vez de provocar sequía en los ríos, pueden
ejercer un papel positivo al regular, durante todo el año, el flujo
de agua de los mismos. La experiencia de las citadas represas, la primera
ya en funcionamiento hace años y la segunda en fase adelantada de
acumulación de aguas confirma que el almirante no tenía razón
42.
Sin embargo, en otros aspectos, la razón parece estar enteramente
de parte de la Argentina. En junio de 1972, la delegación argentina
a la Conferencia sobre el Medio Ambiente, realizada en Estocolmo, presentaba
una enmienda con el propósito de impedir que los proyectos de desarrollo
de un país pudiesen causar graves daños al medio ambiente
en zonas fuera de su jurisdicción nacional.
Sabemos que la polución de la atmósfera, del mar y de los
cursos de agua, constituye uno de los problemas mundiales más, candentes
de la segunda mitad del siglo XX. Como en algunos países centrales
la situación ya se presenta verdaderamente catastrófica,
se verifica la tendencia a transferir, para los países del Tercer
Mundo, las industrias consideradas más sucias. Brasil, en razón
de la política totalmente entreguista de los gobiernos militares
que se suceden desde el 1/4/64, será uno de los beneficiados con
esa transferencia. Y, dentro de la filosofía del actual equipo dirigente
(desarrollo a cualquier precio, sin ninguna consideración de carácter
nacional, social, humano o sanitario), Brasil no impone normas rígidas
a las industrias extranjeras que se están instalando en su territorio.
Actualmente, la situación en algunas áreas industriales brasileñas,
especialmente el Gran São Paulo, ya presenta características
consideradas muy graves. El hecho de que será fundamentalmente la
región centro-sur de Brasil la gran beneficiada por la energía
producida por Urubupungá 43 y,
en el futuro, por Itaipú, va a canalizar para la misma innumerables
proyectos de industrialización. Si ella se procesa, como ya es norma
en Brasil, sin mayores consideraciones sanitarias, podría significar
la polución masiva de las aguas de los ríos de la cuenca.
La preocupación argentina en ese sentido es absolutamente justa
y actual, pues está fundamentada en hechos ya comprobados: “Los
residuos actuales (pesticidas como Dieltrin, Aldrin, Endbin, Líndane,
cte., detectados por el Departamento de Recursos Hidráulicos de
la Argentina en las aguas del río Paraná) vienen de un área
que Brasil recién empieza a desarrollar, y a la que sus planes asignan
una gran importancia industrial. ¿Qué pasará si esa
industrialización se realiza con plantas «sucias» por
parte de empresas evasoras de la legislación de los países
avanzados?”, se preguntaba el diario La Opinión el
12 de julio de 1972. Y añadía un argumento muy serio: "las
aguas de la Cuenca del Plata son la única fuente de abastecimiento
para la bebida; y para las industrias de las grandes ciudades del litoral
argentino, incluyendo el Gran Buenos Aires y el Gran Rosario (doce millones
de habitantes...)".
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Los caracoles migrantes
A ése hay que agregar otro factor -tanto o más grave- de
preocupación: la diseminación de la esquistosomiasis. Esa
enfermedad (que líquida prácticamente la capacidad de trabajo
de sus víctimas) estaba, hasta hace pocos años, circunscripta
al Nordeste brasileño, afectando a 4 millones de habitantes de la
región. La enfermedad, causada por el Shistossoma mansoni,
era transmitida exclusivamente por un determinado tipo de "caramujo" (planorbídeos),
el Biomphalaria glabrata. Actualmente, según concluyeron
investigadores del Ministerio de la Salud brasileño, otros tipos
de caracoles se transforman en portadores del agente trasmisor de la enfermedad.
En consecuencia, la enfermedad "se está expandiendo por
toda Brasil, principalmente en la región de la carretera Transamazónica
(...). En la región sur, la incidencia de la enfermedad está aumentando
principalmente en los estados de Paraná y São Paulo" (el
estado de Paraná está limitado al oeste por el río
del mismo nombre), informa en su edición del 12/8/72 el Jornal
do Brasil. El mismo diario señala que "actualmente 12
millones de brasileños están afectados por el mal, y que
la previsión -de los sanitaristas del ministerio- es que, en 1980,
los enfermos sumen 20 millones'.
Los caramujos proliferan especialmente en los depósitos de agua.
Es probable, por lo tanto, que las represas de Jupiá e Ilha Solteira
(y, en el futuro, la de Itaipú) se conviertan en hábitat
de los planorbídeos y en el vehículo de su propagación
por toda la Cuenca del Plata. La situación se presenta todavía
con mayor gravedad para los países del Cono Sur, si consideramos
las declaraciones del profesor Lobato Paraense de que el Biamphalaria
peregrina, que es encontrado en toda América del Sur, puede
también ser transformado en portador del Shistossoma.
Todo eso permite sacar una conclusión: si la utilización
de las aguas del Paraná se procesa dentro de la filosofía
del capitalismo salvaje, actualmente vigente en Brasil (y la forma como
se concretó el Tratado del Itaipú parece confirmar la tendencia)
, el desarrollo económico de la Argentina y Uruguay estará seriamente
comprometido y la propia salud de sus pueblos correría un grave
riesgo. Lo que podría configurar un caso típico de intervención
de organismos internacionales, corno la Organización Mundial de
la Salud y la propia ONU.
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El Itamaratí y el Palacio San Martín 44
En la VII Conferencia Panamericana, realizada
en Montevideo en 1932, la delegación brasileña presentó una
tesis redactada por ilustres juristas 45 que
parece ser la solución óptima para el complejo y controvertido
problema de la utilización de las aguas de los ríos internacionales: "Para
la utilización de los ríos internacionales con fines industriales
y agrícolas es indispensable un acuerdo entre los países
ribereños, pues ese aprovechamiento puede influir de varias maneras:
en el otro margen, si el río fuera contiguo, o en el territorio
del Estado vecino, si fuese de curso sucesivo".
En otras oportunidades, Brasil mantuvo ese punto de vista: el 23 de setiembre
de 1960, en lo relativo a la construcción por Uruguay y la Argentina
de la represa de Salto Grande, y en el Acta de Santa Cruz de la Sierra,
firmada el 20 de mayo de 1968.
Sin embargo, en los últimos años cambió radicalmente
la posición brasileña. Se podría argumentar que ese
cambio coincide con el boom desarrollista brasileño y con los propósitos,
cada vez menos disfrazados, de hacer de Brasil una potencia de proyección
continental.
En la Declaración de Asunción, firmada el 3 de junio de 1971,
los delegados brasileños consiguieron la aprobación de un
criterio completamente distinto, absolutamente favorable a sus propósitos
en el río Paraná:
"1) En los ríos internacionales contiguos (que separan
dos o más países), siendo la soberanía compartida, cualquier
aprovechamiento de sus aguas deberá ser precedido de un acuerdo bilateral
entre los ribereños. 2) En los ríos internacionales de curso
sucesivo, no siendo la soberanía compartida, cada Estada puede aprovechar
las aguas en razón de sus necesidades, siempre que no cause perjuicio
sensible a otro Estado de la cuenca".
Ya no sería necesario el acuerdo con el país vecino en los
casos de río de curso sucesivo. Los diplomáticos brasileños
deberían estar pensando, al firmar el documento, que la Argentina
quedaba totalmente marginada en el caso del aprovechamiento de las aguas
del río Paraná. Sería interesante saber el pensamiento
del entonces canciller argentino Luis María de Pablo Pardo, que
también votó favorablemente la Declaración. Se consumaba
una victoria más -entre tantas- de Itamaratí sobre el Palacio
San Martín.
En junio de 1972, la delegación argentina a la Conferencia sobre
el Medio Ambiente, realizada en Estocolmo, intentó corregir, parcialmente
el menos, el error cometido en Asunción: propuso una enmienda que
pasó a llamarse el "Principio Veinte", y establecía:
“Los Estados deben facilitar la información pertinente sobre
las actividades que ocurran dentro del área de jurisdicción bajo
su control, siempre que crean o tengan razones para creer que tal información
es necesaria para impedir que se causen daños graves al medio ambiente,
en zonas fuera de su jurisdicción nacional”.
Al proponer la supresión del adjetivo graves, los países
africanos radicalizaron la tímida propuesta porteña.
La posición brasileña era radicalmente opuesta: "Ningún
Estado está obligado a facilitar informaciones en circunstancias
que, según su opinión fundamentada, puedan poner en riesgo
su seguridad nacional, su desarrollo o sus actividades nacionales ... ".
Es insólito que los militares de derecha que gobiernan en Brasil,
autores de varias tesis sobre la "interdependencia" o "independencia
relativa" -con las cuales intentaron, en los años 60, integrar
el continente bajo su control- defiendan ahora, con tanta vehemencia, la
soberanía absoluta del país. Su posición es todavía
más absurda: mientras se niegan a discutir problemas de carácter
netamente multinacional con los pueblos hermanos, entregan totalmente la
economía de Brasil a las sociedades transnacionales. Harto sospechoso,
el "nacionalismo" de los militares brasileños.
Ante el impasse, la Conferencia de Estocolmo resolvió transferir
el problema a la Asamblea General de las Naciones Unidas. En el curso de
la misma, los cancilleres Gibson Barbosa y McLoughlin, respectivamente
de Brasil y Argentina, llegaron a una fórmula aparentemente transaccional.
Brasil admitió que "en la exploración, la explotación
y el desarrollo de recursos naturales los Estados no deben causar efectos
perjudiciales en zonas situadas fuera de su jurisdicción nacional".
Por el acuerdo los dos signatarios quedaron igualmente comprometidos a
dar "conocimiento oficial y público de los datos técnicos
relativos a los trabajos a ser emprendidos por los Estados dentro de su
jurisdicción nacional".
Sin embargo (lo que aparentemente revela una enorme ingenuidad del entonces
canciller argentino), el acuerdo no estableció quién debería
decidir sobre los eventuales "efectos perjudiciales", si un árbitro
indicado por los dos firmantes o un tribunal internacional como el de La
Haya.
Además, el compromiso de dar conocimiento oficial y público
es muy relativo; no se trata de una consulta previa con efecto suspensivo
ni mucho menos. En el propio documento firmado en Nueva York, queda claro
que la referida información no faculta "a ningún Estado
a retardar o impedir los programas y proyectos de explotación ... ".
Esa última cláusula está directamente relacionada
con la convicción de los militares de derecha y tecnócratas
brasileños de que las protestas argentinas son "solamente un
pretexta creado para retardar los planes de aprovechamiento del potencial
hidroeléctrico del río Paraná..." (Jornal do
Brasil, 15/4/73). A propósito, hay que recordar uno de los slogans
más difundidos por la máquina publicitaria oficial en Brasil: "Nadie
frena este país...".
El Acuerdo de Nueva York dejó a la Argentina prácticamente
en un estado de carencia jurídica. Por el mismo, en realidad, nadie
quedó comprometido a nada.
Itamaratí, orgulloso de esa victoria -obtenida en el tradicional
estilo del barón de Rio Branco-, trató de demostrar el poco
o nulo valor que tenía la declaración firmada por los dos
cancilleres, Según la violenta nota de protesta argentina, la información
sobre el cierre del dique de Ilha Solteira fue proporcionada por Expedito
Freitas Resende, del Ministerio de Relaciones Exteriores de Brasil, al
embajador argentino de la manera más informal posible: encontrándose
el diplomático brasileño en traje de baño... 46.
El lector, con sentido del humor, podrá concluir que, por tratarse
de problemas de agua, el traje era adecuado...
Parece obvio que la diplomacia argentina tiene que evolucionar mucho, si
quiere hacer frente con alguna posibilidad de éxito a las maniobras
diplomáticas de Itamaratí. Es verdad que ahora el Palacio
San Martín tiene en su favor algo muy importante. Como lo decía
Clarín (1/6/73), "en la Argentina se ha instalado un nuevo
gobierno, con apoyo como para respaldar el reclamo de que la erección
del complejo (de Itaípú) no cause perjuicios sensibles en
su territorio, y exigir un estatuto jurídico que así lo garantice:
la asunción del gobierno peronista".
De cualquier manera, la primera batalla por las aguas del río Paraná fue
perdida por la Argentina. Ni la violenta nota de protesta ni la denuncia
del Acuerdo de Nueva York por parte de la Argentina disuadieron a Brasil
y Paraguay de crear la binacional que va a explotar Itaipú. Lo hicieron,
además, en tiempo récord y sin ninguna preocupación
por los intereses de los demás países de la cuenca, sin considerar
que ese proyecto puede perjudicar los futuros planes de aprovechamiento
total y conjugado del potencial hidroeléctrico de la cuenca y la
navegabilidad de los ríos de la misma.
Las presiones sobre Paraguay, inclusive la influencia personal del presidente
general Perón sobre su amigo Alfredo Stroessner, resultaron igualmente
nulas. El dictador paraguayo decía, el 8/4/73, a un enviado especial
del Jornal do Brasil: "Las relaciones personales que puedan existir
con personalidades políticas no inciden en nuestra conducta".
Al optar por Itaipú, al adoptar una solución binacional en
vez de una multinacional, Paraguay abandonó por primera vez, desde
la paz que le fue impuesta por la Triple Alianza en 1870, su posición
neutral, pendular, en relación a sus dos grandes y poderosos vecinos;
optó por Brasil. Se incorporó, prácticamente, al mismo.
Es el propio canciller paraguayo Sapena Pastor quien lo afirma: "Juntos
(Paraguay y Brasil) hemos llegado a un grado de cooperación que
marca una nueva etapa en la historia de nuestras negociaciones. Con una
saciedad de 3.500.000.000 de dólares, es indudable que no podemos
tener diferencias de ahora en adelante con Brasil. Es indudable también
que el desarrollo paraguayo tiene que ir asociado al desarrollo de esa
pujante nación" (ABC-Color, 28/5/73).
El optimismo entreguista del canciller guaraní es, sin embargo,
totalmente irreal. Es obvio que, en un futuro cercano, van a surgir "diferencias" entre
Paraguay Brasil. Es absolutamente imposible que no surjan contradicciones
entre un país imperialista y un pueblo explotado y colonizado. Y
es obvio que el país de Solano López va a ser brutalmente
explotado por Brasil, explotado y colonizado. Veremos eso en las próximas
páginas. Para cerrar éstas, es oportuno transcribir dos opiniones
bastante realistas sobre el problema, que revelan que no todos en Brasil
defienden la solución imperialista.
Una, del ministro brasileño de Minas y Energía, Dias Leite:
"Nuestra convicción es de que la solución adoptada va a
traer todavía muchos problemas entre los dos países" (Jornal
do Brasil, 25/5/73) . La otra es de Marcondes Ferraz, el ex presidente de Eletrobrás
(el ente energético brasileño): "...la binacional, formada
por Brasil y Paraguay, equivale a la implantación de la zona del canal
de Panamá, cuyos contratiempos vamos a sentir en breve..." (Jornal
da Brasil, 18/5/73).
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Un proyecto esencialmente político
Brasil tiene urgente necesidad
de ampliar su capacidad energética.
Aunque actualmente tiene un relativo superávit 47,
el aumento de consumo previsto por Eletrobrás -del 12 % al año-,
exige un aceleramiento de las obras en curso y la concreción de
los proyectos en estudio. La alternativa podría significar el colapso
de todo el ambicioso plan de desarrollo brasileño. Inclusive, en
la hipótesis de que todo marche conforme a lo previsto y que Itaipú empiece
a generar energía en 1983, se prevé una crisis para aquel
año.
Es obvio, igualmente, que la solución está en el aprovechamiento
del enorme potencial hidroeléctrico existente. En primer lugar porque
la energía así generada es mucho más barata; en segundo,
porque hasta ahora Brasil no consiguió desarrollar plenamente la
explotación de sus reservas de hidrocarburos: importa 80 % del petróleo
que consume. Esos dos factores parecen indicar que la producción
energética de los próximos años deberá seguir
manteniendo la actual proporción: en 1972 estaban instalados 10.974
megavatios hidroeléctricos y solamente 2.515 megavatios térmicos.
Lo que es totalmente discutible y cuestionable es la conveniencia de construir
Itaipú, cuando Brasil dispone en su vasto territorio de posibilidades
de instalar más de 100 millones de kW. sin recurrir a fórmulas
de explotación binacionaI. Inclusive descartando (por el momento)
el potencial de los ríos de la Cuenca del Amazonas (en contra del
cual se podría argumentar con la extensión de las líneas
de transmisión hasta las zonas industrializadas), existen otras
posibilidades concretas y económicas 48.
Un, conocido ingeniero brasileño, Eugenio Silva, afirma que solamente
en la región centro-sur existen 26 millones de kilovatios de potencial
no aprovechado, representados por ríos ubicados mucho más
cerca de los centros industriales de São Paulo y Rio de Janeiro
que Itaipú, y situados totalmente en territorio nacional ( Opínião,
7/5/73).
Una de las posibles explicaciones para la opción por Itaipú,
sería la planteada por el referido semanario brasileño en
su edición del 9/4/73: "¿Será que la prioridad
para Itaipú se debe al hecho fundamental de que la Light and
Power 49 se opone
a la mejor utilización de los ríos Tieté y Paraíba?" (donde
la Light tiene sus propias represas).
En condiciones normales, en un país en pleno goce de su soberanía,
la hipótesis sería totalmente absurda. Imposible admitir
que los intereses de un trust extranjero prevaleciesen sobre los nacionales.
Sin embargo, considerando que Brasil es actualmente una inmensa "sociedad
anónima" controlada por las "multinacionales", la
versión deja de ser absurda o imposible. Ese factor -resultante
de presiones imperialistas sobre Brasil- junto con otro (los planes expansionistas
brasileños), que analizaremos más adelante, podrían
constituir una explicación razonable de la opción Itaipú.
Un ejemplo de las mencionadas posibilidades alternativas de Itaipú está constituido
por el proyecto elaborado, en 1962, por el ingeniero Marcondes Ferraz (posteriormente
presidente de Eletrobrás, por encargo del entonces ministro de Minas
y Energía, Gabriel Passos, del gobierno Goulart. El plan consistía
en construir una represa en el río Paraná, totalmente en
territorio brasileño con capacidad de 10 millones de kW. (casi igual
a la de Itaipú, 12,6 millones). El lago formado por el dique de
la misma significaría -según el autor- la conexión
con la Cuenca del Amazonas, volviendo posible, con algunas obras complementarias,
la navegación desde la embocadura del Amazonas hasta Montevideo,
en el Atlántico Sur. "Construiríamos, así, un
verdadero litoral oríental para Brasil" -afirma Marcondes Ferraz-,
agregando "sin destruir las bellísimas cataratas del Sete
Quedas y sin crear un nuevo Canal de Panamá, un área de conflicto
con pueblos vecinos".
Itaipú, al revés, con un desnivel de 120 metros, dificultará,
si no tomará imposible, la navegación. Los técnicos
brasileños todavía no se pusieron de acuerdo sobre las posibilidades
técnicas y económicas de la construcción de esclusas
en una represa tan alta. En cualquier hipótesis, el plan de navegación óptimo
en los ríos de la cuenca estaría perjudicado. Se sacrifican,
en consecuencia, a cambio de una solución inmediata, las enormes
posibilidades futuras. Además, ese menosprecio brasileño
por los planes de navegabilidad de los ríos del Plata podría
estar vinculado a. otros planes elaborados por los geopolíticos
de la Escuela Superior de Guerra, que analizaremos más adelante.
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"Una bomba H de agua"
Los argentinos está muy
preocupados con la construcción
de Itaipú. El ingeniero Justiniano Posse, por ejemplo, en carta
al ministro de Relaciones Exteriores de su país, alertaba sobre
el peligro representado por la gigantesca represa: "Los riesgos aumentan
día a día porque Brasil insiste en construir en el río
Paraná, al norte de la frontera con la Argentina, un dique colosal
que no solamente violará nuestros derechos, sino que si fuera mal
construido, se constituiría en una seria y terrible amenaza para
las seis provincias y todas las ciudades situadas sobre los ríos
Paraná y el Plata" 50.
Los voceros oficiales brasileños descartan la hipótesis.
La campaña argentina no sería más que un pretexto
para sabotear los planes brasileños, una manifestación más
de la envidia de los países vecinos con relación al milagro
brasileño.
Sin embargo otros sectores admiten, en Brasil, el peligro real, concreto:
las aguas que serán represadas en ltaipú podrían llenar
un cubo de 30 km3. Argumenta el semanario Opinião: "Si a esos
30 km³de agua se suman los 15 km ya acumulados en Fumas, no hablando
de las aguas represadas en Jupiá y en los ríos Grande y Paranapanema,
Tieté, etc., se puede imaginar qué arma terrible podría
tener Brasil en contra de la Argentina" (19/3/73).
El citado ingeniero Eugenio Silva analiza el problema fría y científicamente: "No
afirmamos que la represa de Itaipú se va a romper inundando regiones
argentinas. Lo que defendemos es que el asunto sea estudiado técnicamente
por ambos países interesados. Eso para prevenir futuras fallas,
como las que se verifican en obras mucho menos monumentales de nuestra
ingeniería. Lo que pasó con el elevado de Paulo Frontín
y con la Gameleira 51, obras
de la más elemental rutina, justifican nuestra preocupación
con ltaipú".
No se pone en duda, en el caso, la capacidad de los ingenieros brasileños,
ya comprobada en la construcción de innúmeras represas, inclusive
el complejo de Urubupungá, que con sus 4,2 millones de kilovatios
es uno de los mayores del mundo. Lo que preocupa son los métodos
consagrados en la ejecución de obras públicas en Brasil,
en su actual etapa de capitalismo salvaje, en la cual predomina la filosofía
de ganar el máximo con un mínimo de inversiones, dentro del
menor plazo posible, sin ninguna preocupación de carácter
social y humano 52.
[ Arriba ]
La diplomacia de los hechos consumados
Nos parece que sería una elemental práctica de relaciones
humanas a nivel internacional que el gobierno brasileño permitiese
que ingenieros argentinos participasen en la elaboración de los
proyectos de la represa, por lo menos en lo relativo a la seguridad, y
acompañasen la ejecución de la obra. Pero hay que descartar
totalmente tal hipótesis. La intransigencia de los militares de
derecha que ejercen el poder en Brasil es total, y se refleja en publicaciones
que traducen el punto de vista oficial. Así, Manchete, en su número
1094, decía: "No se admite más ningún debate,
ni de orden jurídico ni de carácter político".
O Estado de S. Paulo afirmaba: "No se trata -es la impresión
general- de ningún tema en debate, y sí de un hecho consumado" (25/3/73).
Sabemos -los diplomáticos de ltamaratí deberían saberlo
también- que es muy peligroso colocar a otros pueblos frente a hechos
consumados. Es la "ley de la selva" vigente en Brasil, que se
traslada al nivel internacional.
Es verdad que no todos piensan así en Brasil. A pesar de lo difícil
-y peligroso- que resulta oponerse actualmente a las decisiones gubernamentales,
están los que pregonan soluciones razonables, conciliatorias, no
chauvinistas. La revista especializada Mundo Elétrico,
en su número de setiembre de 1972, escribía: "Argentina
insiste en la necesidad de que Brasil y Paraguay realicen consultas previas
al inicio de la obra, pues -argumenta-, el río Paraná cruza
también su territorio. Es una tesis que Brasil y Paraguay se rehúsan
a aceptar. ¿Por qué? ¿No sería mucho más
lógico el entendimiento múltiple en tomo de una empresa de
tal importancia, que interesa no apenas a los tres países sino a
todos los integrantes de la Cuenca del Plata, pues permitirá la
regularización de varios ríos beneficiando la generación
de energía y la navegación fluvial? La pregunta es lógica;
consecuentemente, parece totalmente irracional la actitud intransigente
asumida por Brasil y Paraguay".
Esa irracional intransigencia brasileña 53 está estableciendo
un grave, peligroso precedente. Un precedente que, en el futuro, podrá volverse
en contra de los intereses de Brasil. El gobierno brasileño parece
ignorar que, en el caso del río Amazonas -mucho más importante
que el Paraná-, el control de las aguas está en manos de
otro país. Es fácil imaginar cuál sería la
reacción de los militares de derecha que gobiernan Brasil si el
Perú -valiéndose del precedente establecido por los propios
brasileños- pasase a utilizar en forma indiscriminada, sin consultar
a Brasilia, las aguas del Amazonas.
Olvidan totalmente los actuales gobernantes brasileños la admirable
posición defendida por Clovis Bevilacqua, en el relatorio de la
Comisión de Derecho Internacional Público, en 1932: "En
las relaciones interamericanas el pensamiento rector, la luz que debe guiarnos,
es la cooperación fundada en la igualdad y orientada hacia el bien
común, respetados los derechos y los legítimos intereses
de todos los Estados del continente".
¿Cómo explicar esa política dura, intransigente, sectaria
del gobierno brasileño?
La pregunta es todavía más oportuna si consideramos que el
propio director de Eletrobrás, el general Amyr Borges Fortes, es
partidario de un acuerdo amigable con la Argentina, optando por soluciones
no radicales ni violentas, que podrán tener imprevisibles consecuencias.
Es necesario, dijo, "un desarme de espíritus, sin lo que será totalmente
imposible la unión de esfuerzos necesarios para el aprovechamiento óptimo
de la inmensa riqueza de la Cuenca del plata" (Opinião, 19/3/73).
Ya vimos, anteriormente, cómo el propio ministro de Minas y Energía
brasileño, Dias Leite, está convencido de que Itaipú es
una bomba de tiempo.
¿Cómo se explica que el gobierno de Brasilia adopte una solución
tan relevante, tan importante para el futuro de todos en el hemisferio, en
contra de la opinión de sus propios técnicos, responsables por
el sector en debate?.
En una nota publicada en Opinião, el ministro Dias Leite aclara
lo que pasa: "El proyecto de Itaipú es esencialmente político.
Por lo tanto la tarea principal no fue del Ministerio de Minas y Energía
sino del Ministerio de Relaciones Exteriores" (4/6/73).
Para el gobierno brasileño, el problema de Itaipú y de toda
la Cuenca del Plata es, efectivamente, un problema esencialmente político,
y se encuadra en la estrategia elaborada por los geopolíticos de
la Escuela Superior de Guerra que procura establecer la hegemonía
sobre los países de la región. A la luz de la geopolítica,
se explica perfectamente lo que parece ser totalmente absurdo desde el
punto de vista técnico, diplomático y humano.
[ Arriba ]
Los múltiples caminos del expansionismo brasileño
El proyecto de Itaipú -un "plan esencialmente político"-
(en el decir del propio ministro de Minas y Energía brasileño)
debe ser analizado dentro de un contexto más amplio: dentro de la
estrategia de los geopolíticos de la Escuela Superior de Guerra
de incorporar gradualmente a Brasil las llamas áreas estratégicas.
La incorporación de las mismas sería necesaria -según
ellos- para la propia seguridad del régimen político y del
sistema social vigente en Brasil, y para garantizar su futuro de gran potencia.
Ya comentamos., en otras oportunidades, la llamada "doctrina del cerco",
elaborada por los geopolíticos de la "Sorbonne": "La
doctrina del cerco parte de la tendencia del proceso histórico de
encontrarse Brasil rodeado por regímenes hostiles ( ... ) . Más
temprano o más tarde, el país deberá enfrentarse con
enemigos localizados en las fronteras...".
Actualmente, asistimos al desarrollo de la primera etapa de los planes
defensivos brasileños, planes esos absolutamente encuadrados en
el clásico pensamiento militar: el ataque es la mejor defensa. "En
la primera etapa, la guerra preventiva deberá ser conducida por
la cancillería; esto es, deberá impedir que las fuerzas
enemigas ganen terreno (psicosocial) en la frontera y, al mismo tiempo,
asegurar a las fuerzas nacionales algún triunfo importante por la
incorporación de poblaciones extranjeras al modo de pensar brasileño...".
Analizando la política latinoamericana del Brasil de los últimos
años, se verifica que se desarrollan en forma rápida y eficiente
los planes de incorporar a los países limítrofes a la esfera
política, a la economía, al modo de vivir y pensar brasileños.
Dentro de la estrategia brasileña, la integración vial tiene
una importancia considerada fundamental. Conseguida ella, la integración
económica y la satelización política de los países
vecinos serían consecuencias inevitables y alcanza con enumerar
los principales proyectos viales brasileños para concluir que esa
integración se procesa rápidamente "en ritmo de Brasil
grande".
Con la Transamazónica, la Cuiabá-Santarém, y ahora
con la Perimetral Amazónica y la Brasilia-Caracas (un total de cerca
de 20 mil kilómetros de carreteras de primera categoría),
que ya están cortando la Amazonia brasileña en todos los
sentidos, se procura integrar toda la cuenca -la más grande del
mundo-- a la economía brasileña y, además, por la
conexión con los sistemas viales de Perú y Ecuador, llegar
al Pacífico; y con los de Venezuela y la Guyana, establecer la presencia
brasileña en el Caribe.
En relación con los países de la Cuenca del Plata, los planes
son igualmente muy ambiciosos. Basta mencionar algunos proyectos, unos
en fase adelantada de ejecución, otros ya decididos oficialmente
y que se encuentran en la etapa de elaboración técnica: la
conexión de los dos sistemas ferroviarios bolivianos, con la construcción
del tramo de Santa Cruz de la Sierra a Cochabamba, que con sus 300 km establecerá la
vinculación de Santos, en el Atlántico, con Arica, en el
Pacífico; la carretera La Paz-Brasilia; las carreteras Asunción-Brasilia
y Asunción-Santos, y el ferrocarril de 400 km Villa Rica (cerca
de Asunción) a Guairá (en la frontera brasileña),
que conectará con el sistema brasileño que lleva a Santos
y a Paranaguá, en el litoral atlántico brasileño (asegurando
al Paraguay una salida al mar, una alternativa a su actual única
vía de comunicación internacional: los ríos de la
Cuenca del Plata); las obras, ya muy adelantadas de las rodovías BR
153, BR 158, BR 392 Y BH 116, que reforzarán drásticamente
el sistema de ligazón ya existente con el Uruguay, y para no alargar
demasiado esa enumeración, el superpuerto de Rio Grande, que está siendo
construido con el objetivo confesado de monopolizar, en el futuro (cuando
los superbarcos de 300.000 toneladas dominen el transporte marítimo),
las cargas de todo el Cono Sur, colocando a la Argentina y Uruguay en una
situación de dependencia total.
En lo relativo a la integración económica, los planes marchan
igualmente en forma acelerada. Las proposiciones brasileñas se suceden,
y en algunos casos ya se concretan en acuerdos y proyectos en ejecución:
la explotación del petróleo colombiano en sociedad con un
monopolio yanqui por la Petrobrás; la construcción, por la
misma, de una refinería de petr6leoen aquel país; la Binacional,
cuya organización fue decidida durante la reciente visita el canciller
brasileño Gibson Barbosa a Colombia, buscando la exploración
y explotación del carbón de Cundinamarca. Las negociaciones
para la explotación del petróleo ecuatoriano por la Petrobrás,
todavía resistido por sectores nacionalistas del gobierno de Quito.
En la misma situación se encuentran propuestas hechas al gobierno
peruano (proyectos siderúrgicos y petroleros). En Bolivia el proceso
de ocupación es casi total, destacándose, por su magnitud
y por su importancia geopolítica, el gasoducto Santa Cruz de la
Sierra-Paulinea (en el estado brasileño de São Paulo), y
la planta siderúrgica de 500 mil toneladas que Brasil va a construir
en Bolivia para explotar el mineral de hierro de Mutún. Y, finalmente,
el más grande éxito de la diplomacia brasileña: el
Tratado de Itaipú, por el cual el Paraguay se incorpora prácticamente
a la economía y a la soberanía de Brasil.
En lo financiero, la integración a cargo del Banco do Brasil avanza
rápidamente. De seguir la tendencia actual, Paraguay, Bolivia y
Uruguay estarán -en pocos años- totalmente satelizados financieramente
por el banco oficial brasileño. Con 10/20 % de los depósitos
de sus sucursales en los países centrales (que deben superar actualmente
a los 3.000 millones de dólares), el Banco do Brasil podrá controlar
los mercados financieros de los tres países (considerados, junto
con Chile, la Cuyana y Colombia, como la primera etapa del proceso expansionista).
Paralelamente, se desarrolla en forma intensa la ocupación física
de las zonas fronterizas de los tres países, por latifundistas,
y colonos brasileños. Una franja de 100 kilómetros en el
lado paraguayo y en el boliviano de la frontera con Brasil ya está prácticamente
ocupada. Si se mantiene la actual crisis que inmoviliza al Uruguay, y el
boom que se verifica en el agro riograndense del sur -que determina que
las tierras se vendan en un lado de la frontera por precios de 3 a 6 veces
superiores a los vigentes en el otro lado-, es prácticamente inevitable
que los estancieros brasileños copen totalmente los "ricos
campos de la planicie del Plata", o sea, el Uruguay.
Mientras la Argentina sigue inmovilizada por las contradicciones que se
verifican en el seno del peronismo (contradicciones inevitables, principalmente
si consideramos la composición policlasista de ese movimiento),
Brasil trata de consolidar su liderazgo, de imponer su hegemonía,
utilizando una estrategia agresiva a base de "hechos consumados",
como la aplicada en el caso de Itaipú.
[ Arriba ]
Desarrollarse y obstaculizar el desarrollo ajeno
Existe fundamentalmente una manera pacífica de establecer la hegemonía
de un país sobre una determinada región: conseguir un ritmo
de desarrollo muy superior al de los países vecinos. Si esa situación
se mantiene por varios años, el abismo entre el nivel de la economía
del país desarrollado y el de los demás se vuelve tan grande
que determina, inevitablemente, la dependencia económica. Establecida ésta,
las economías de los más atrasados pasan a subsidiar -por
la expoliación de la plusvalía, por el saqueo de las riquezas
naturales y por las pérdidas en el intercambio- la economía
del país más poderoso económicamente, aumentando cada
vez más el desnivel.
La dependencia económica lleva, a su vez, a la satelización
política. Los obstáculos políticos -como las fronteras-
son gradualmente eliminados. Igualmente los culturales: el modo de vivir
y de pensar de los pueblos dominados es modificado por el de los metropolitanos.
En América del Sur vivimos, actualmente, las primeras etapas de
un proceso de expansión que tiene a Brasil como protagonista. Si
los pueblos vecinos no toman conciencia del mismo y pasan a resistir y
a reaccionar, uniéndose inclusive para detener la avasallante ola
de expansionismo, los años 80 van a encontrar al hemisferio totalmente abrasilerado.
En las actuales relaciones de Brasil con sus vecinos se verifica la existencia
de toda una estrategia, racionalmente planeada, cuyo objetivo es establecer,
a mediano plazo, la hegemonía brasileña sobre todo el sur
del continente. El gobierno de Brasilia no se limita a utilizar todos los
métodos -los más antinacionales y antisociales- para acelerar
al máximo el desarrollo brasileño. Paralelamente, trata de
controlar las economías de otros pueblos de la región. Y,
a la vez, intenta sabotear los propósitos desarrollistas de la Argentina,
el único país del hemisferio que, en el momento actual, podría
disputar a Brasil el liderazgo regional e intentar obstaculizar sus planes
expansionistas.
Dos ejemplos muy claros de esa última parte de la estrategia brasileña
lo dan los recientemente firmados acuerdos para la explotación del
mineral de hierro de Mutún (con Bolivia), y para la construcción
de la hidroeléctrica de Itaipú con el Paraguay. Todos sabemos
-y los geopolíticos brasileños especialmente- que el futuro
de la Argentina como potencia industrial depende, fundamentalmente, de
los yacimientos de mineral boliviano y de la energía generada en
el río Paraná.
Las reservas brasileñas de mineral de hierro y manganeso, ubicadas
en el estado de Minas Gerais en la sierra de los Carajás (en la
Amazonia), y en la sierra gemela de Mutum, Urucum, deben sumar de 150 a
200 mil millones de toneladas. Según los planes brasileños,
la exportación de mineral de hierro alcanzará a los 100/150
millones en los próximos diez años 54.
Considerando los planes siderúrgicos muy ambiciosos en marcha, el
consumo nacional de mineral podría alcanzar los 50 millones de toneladas
en la primera mitad de la década del 80. Eso significa que las reservas
brasileñas conocidas (gran parte del subsuelo nacional todavía
no está explorado) alcanzarán para aproximadamente mil años.
Por eso, los yacimientos bolivianos de Mutún no interesan a Brasil.
Además, están muy mal ubicados en relación a los mercados
internacionales, comparados con las minas brasileñas. El ministro
brasileño de Minas y Energía, Días Leite, fue categórico
hace pocos meses al respecto: "el mineral boliviano no interesa a
Brasil".
Sin embargo, poco después, en la reciente visita del canciller brasileño
a La Paz, fueron asentadas las bases para la constitución de una
binacional entre los dos países; objetivo: explotar el mineral de
Mutún y construir una planta siderúrgica de 500 mil toneladas
de hierro bruto al año en Santa Cruz de la Sierra, financiada por
Brasil.
Es obvio que esa producción importa muy poco para Brasil. Solamente
los proyectos ya comprometidos con "multinacionales" japonesas
representarán la producción, en los primeros años
de la próxima década, de cerca de 26 millones de toneladas
de acero en Brasil. Lo que importa, en el caso, es eliminar la posibilidad
de que la Argentina pueda utilizar el mineral boliviano.
La maniobra es todavía más compleja. Brasil va a industrializar
el mineral boliviano, ayudando al desarrollo del país hermano, mientras
los planes argentinos, en relación con Mutún, serían
típicamente colonialistas: comprar mineral en bruto. Sabemos que
el proyecto brasileño es igualmente imperialista: lo producido por
la planta a ser instalada en Santa Cruz será un producto semiacabado
y su venta será hecha -según el acuerda firmado--, obligatoria
y exclusivamente a Brasil. Y lo que significa una fábrica con un único
cliente, principalmente cuando ése tiene muchas otras fuentes donde
abastecerse, es harto conocido. De cualquier manera el objetivo fue alcanzado:
la posibilidad de la Argentina de utilizar el mineral de Mutún,
mientras se mantenga el actual gobierno en Bolivia, fue descartada.
Con Itaipú sucede alga por el estilo. El objetivo es idéntico:
obstaculizar el progreso argentino, aumentando así la diferencia
-ya muy grande- del nivel de desarrollo de las economías de los
dos países.
Vimos anteriormente que Brasil dispone de otras innumerables posibilidades
para atender, en forma económica, sus necesidades de energía
eléctrica en los próximos años, sin valerse de soluciones
'binacionales'.
¿Por qué entonces correr los riesgos de una solución de
ese tipo?
La única respuesta posible es: el propósito de integrar al
Paraguay definitivamente en la órbita brasileña, liquidando
la secular política neutral pendular del país guaraní.
Asociándolo nominalmente a una empresa que significará una
inversión de 2.500/3.500 millones de dólares -varias veces
el Producto Nacional Bruta paraguayo 55 -
Brasil incorpora prácticamente al país vecino.
La maniobra es todavía más amplia, más compleja, más
ambiciosa.
Hace años que estaba decidida la construcción, por Brasil
y Paraguay, de la hidroeléctrica de Sete Quedas. El potencial sería
de 12/15 millones de kilowats, superior por lo tanta al de Itaipú.
Los proyectos de la misma ya estaban en fase muy adelantada e, incluso,
ya se gestionaba la financiación de la obra a nivel internacional.
¿Por qué, de un momento a otro, cambiaron los planes brasileños
y se decidió la construcción de Itaipú, 160 kilómetros
más al Sur, en el mismo río Paraná?
Ningún argumento fundamental fue proporcionado por los técnicos
para justificar el cambio. Desde el punto de vista económico, el
nuevo proyecto tampoco presenta ventaja: el costo de Itaipú aparentemente
no será inferior -por kW.- al de Sete Quedas. y por estar ubicado
160 km más al Sur, más lejos de las principales centros consumidores
-São Paulo y Rio de Janeiro- las líneas de transmisión
será más extensas y, consecuentemente, más caras.
La única explicación para ese cambio aparentemente sin ventajas
técnicas ni económicas podría ser encontrada en un
detalle técnico de carácter netamente geopolítico.
La construcción de Itaipú perjudicará -por la proximidad
de las dos represas y la consecuente disminución de la fuerza de
la corriente- la construcción de Corpus por la Argentina. Los técnicos
afirman, inclusive, que las dos hidroeléctricas, tal como están
programadas, son excluyentes. La única posibilidad de tornar viable
la represa de Corpus sería que las brasileñas concordasen
en aumentar la cota de Itaipú de 100 metros al nivel del mar (como
está prevista) a 125. Parece obvio que el gobierno brasileño
ni siquiera va a considerar esa hipótesis, pues ella significaría
la reducción del potencial de esa última.
Aparentemente, la maniobra de las geopolíticos brasileños
tuvo éxito total: aseguró a Brasil una potencia de 12,6 millones
de kW.; anexó prácticamente al Paraguay y perjudicó el
proyecto hidroeléctrico más importante de la Argentina (para
el cual ella no tiene, como Brasil, alternativas exclusivamente nacionales)
56.
[ Arriba ]
Paraguay, un segundo Puerto Rico
Los diarios brasileños destacan el “liberalismo del barón
do Cotegipe, "a quien el Paraguay debe su participación en
Itaipú" (Jornal do Brasil, 22/4/73). Derrotado, destruido,
prácticamente despoblado par la bárbara guerra de la Triple
Alianza, el Paraguay no tenía en 1872, cuando fue firmado el Tratado
Definitivo de Paz y Amistad Perpetua con Brasil, las mínimas
condiciones para resistir a cualquier exigencia de las vencedores.
El hecho de que el tratado redactado por Cotegipe estableciera que "...el
territorio del Imperio de Brasil limita can el de la República del
Paraguay por el álveo del río Paraná...", asegura,
actualmente, la participación del país de Solano López
en la futura hidroeléctrica de Itaipú. Eso porque, como señala
el referido diario, "en aquella época nadie especulaba con
la importancia de los cursos de agua para el aprovechamiento hidroeléctrico",
Es obvio que, si el barón brasileño hubiera tenido la más
mínima idea al respecto, los límites entre Brasil y Paraguay
no estarían constituidos por el río Paraná sino por
una frontera seca situada algunos kilómetros más al Oeste.
Carlos Real de Azúa 57,
analizando las condiciones muy especiales que posibilitaron la formación
'de esa "Suiza latinoamericana" que fue el Uruguay, destacaba
el hecho de que el uruguayo era "un territorio sin riquezas extractivas",
lo que salvó a los orientales de una dominación imperialista
realmente opresiva, como la que le fue impuesta a casi todos los restantes
países del continente.
Si es verdad, como dice el pueblo, que hay males que vienen para bien,
también se verifican beneficios que a la larga resultan desastrosos.
Considerando lo que va a pasar can el Paraguay, ahora que fue firmado el
Tratado de Itaipú, seguramente hubiera sido mejor para el pueblo
hermano que el barón de Cotegipe tuviera algunas conocimientos hidráulicos.
El hecho de poseer -el país guaraní- una de las márgenes
del río Paraná, la transformará en un estado más
de la República Federativa de Brasil, pero en un estado especial,
sin los derechos y prerrogativas de los demás. Paraguay será el
Puerto Rico de Brasil.
Un simple análisis del tratado recién firmado alcanza para
confirmar la previsión.
[ Arriba ]
Un tratado colonialista
El artículo III del Tratado de Itaipú establece: "Las
Altas Partes Contratantes crean, en igualdad de derechos y obligaciones,
una entidad binacional denominada ITAIPÚ...". Los parágrafos
y artículos siguientes repiten hasta el hartazgo la condición
de igualdad: la "Itaipú" tendrá sedes en Asunción
y en Brasilia; será administrada por un Consejo de Administración
y un Directorio Ejecutivo, integrados por igual número de nacionales
de ambos países; los documentos oficiales serán redactados
en los idiomas español y portugués; el capital será dividido
en partes iguales, U$S 50 millones de dólares para cada alta parte
contratante, etcétera.
Toda esa apariencia de igualdad se derrumba con el parágrafo único
del artículo VIII: "Cualquiera de las Altas Partes Contratantes
podrá, con el consentimiento de la otra, adelantarle los recursos
para la integración del capital, en las condiciones establecidas
de común acuerdo".
Las condiciones establecidas de común acuerdo son las contenidas
en una de las notas reversales firmadas juntamente con el tratado: "...el
gobierno brasileño, a través de uno de sus organismos financieros,
abrirá un crédito a favor de la Administración Nacional
de Electricidad (ANDE) del Paraguay, por un valor equivalente a cincuenta
millones de dólares...".
Además, según establece otra nota reversal: "...el gobierno
brasileño dará garantía, en los términos abajo
relacionados, a los créditos que serán contratados por Itaipú,
destinados al pago de bienes y servicios necesarios para la construcción
de la hidroeléctrica a cargo de la referida entidad".
Es obvio que la igualdad será pura ficción. El país
que pone la plata, que consigue y garantiza los préstamos internacionales
(que no serán pequeños, pues el costo de la represa está calculado
entre 2,5 Y 3,5 mil millones de dólares) 58,
será, en realidad, el dueño. Hay que considerar, además,
que los gobernantes del otro país, como el canciller Sapena, tienen
alma de cipayos. Él afirma feliz: “A los 50 años Paraguay
tendrá, sin haber puesto absolutamente nada, una usina que produce
5 millones de kilovatios-hora”
(ABC Color, 31/5/73).
El fabuloso potencial hidroeléctrico del río Paraná es,
para los capos de la dictadura paraguaya, absolutamente nada. Felizmente
no todos piensan así en el país guaraní, lo que significa
que no todo está perdido: "Si el Paraguay en empresas como ésta
no negocia en buenas condiciones generales y a justo precio, sus recursos
naturales TANTO CON EL BRASIL COMO CON LA ARGENTINA, habría perdido
la única posibilidad que tiene -la única en su vida, si no
descubre alguna otra riqueza natural extraordinaria- de obtener por sí mismo
los recursos para lograr su desarrollo pleno e independiente", escribía
ABC Color el 28/5/73.
Es incuestionable que una política cuyo objetivo fuese explotar
la necesidad que tienen los dos subimperios de utilizar el potencial hidroeléctrico
del Paraná, sería la única posibilidad para Paraguay
de obtener amplios beneficios, imponiendo sus propias condiciones a los
dos grandes, sin perder su soberanía. Exigiendo -su posición
privilegiada en relación al río Paraná se lo permitiría-
la formación de una empresa multinacional integrada por todos los
países de la cuenca, que proyectase y concretase los planes de aprovechamiento óptimo
de todos los recursos hidroeléctricos de la región, así como
de la navegabilidad plena de los ríos, el Paraguay podría
disponer, para los años 80, no solamente de los 6.300.000 kW. (que
sólo nominalmente le pertenecerán) sino de 9/10 millones.
Además, no debería comprometer anticipadamente la venta de
su cuota de energía.
Esa fabulosa cantidad de energía eléctrica disponible en
un momento en que la crisis energética en el mundo va llegando al
auge, podría ser negociada en condiciones excepcionales por el Paraguay.
Los excedentes podrían ser vendidos al mejor postor, al precio más
alto posible, explotando la rivalidad y la necesidad de los dos grandes.
Sería la única manera del Paraguay de recobrarse de los males
y secuelas de la Triple Alianza y a la vez proporcionar las condiciones
de desarrollo y bienestar que su pueblo, tan sufrido y miserable, necesita
desesperadamente.
Sin embargo, el gobierno de Stroessner hizo todo exactamente al revés.
Se colocó incondicionalmente aliado de Brasil, perdiendo lo que
los brasileños llamamos el poder de barganha, el poder
de negociar. Comprometió igualmente la propia independencia del
país, pues la misma solamente es posible por el equilibrio entre
los dos subimperios. Al proporcionar a Brasil los medios de consolidar
su supremacía sobre la Argentina, el gobierno paraguayo reforzó su
propia situación de dependencia en relación a Brasil.
Al firmar el Tratado de Itaipú, la dictadura paraguaya hizo exactamente
lo contrario de lo que pregonaba Artigas en 1816, y que debería
servir de norma para los países pequeños en sus relaciones
con los poderosos: no vender su rico patrimonio al bajo precio de la necesidad.
Stroessner sacrificó el rico patrimonio de los paraguayos. Y con
un agravante: lo vendió a un precio ridículamente bajo, a
precio de remate y, lo que es peor, en un remate donde solamente había
un licitante.
El Anexo C del tratado establece “la división en partes iguales
de la energía producida (…). Cuando una entidad decida no
utilizar parte de la potencia (…), podrá autorizar a la Itaipú a
ceder a la otra entidad la parte que así se vuelva disponible”.
En razón de su trágico subdesarrollo, el Paraguay no deberá utilizar
inicialmente en 1983, cuando empiece a funcionar la planta generadora,
más de 300.000 kW. Ese consumo se duplicará cada 7 años
-calculan los técnicos de Ande-, llegando posiblemente a los 6,3
millones solamente en el año 2020. Eso significa que la energía
de Itaipú va a ser consumida inicialmente en forma casi exclusiva
por Brasil, contribuyendo muy poco al desarrollo paraguayo.
Quedaría la posibilidad de que la energía vendida -a buen
precio-- representase un sustancial aporte a la renta nacional paraguaya,
que podría ser utilizada en el aceleramiento del proceso desarrollista
y en la mejoría de las condiciones de vida del pueblo. Veamos en
cuánto fue fijado el precio de venta de la energía excedente.
El parágrafo III.8 del Anexo C, establece: "El manto necesario
para la compensación a una de las Altas Partes Contratantes equivale
a trescientos dólares de Estados Unidos de América por gigavatio
(un millón de kilovatios/hora), cedido a la otra Alta Parte Contratante.
Esa compensación se efectuará mensualmente en la moneda disponible
por la Itaipú".
¿Qué significará eso para el Paraguay en 1988, cuando
la usina estuviera operando con su capacidad plena?
Por la cesión de derecho de utilización de cerca de 30.000
gigavatio/hora anuales, el gobierno paraguayo recibirá, al precio
estipulado de U$S 300 por gigavatio, nueve millones de dólares.
Recibirá igualmente en concepto de "royalties" por la
utilización de las aguas, a razón de 650 dólares/gigavatio,
cerca de U$S 19.500.000 al año. O sea, menos de treinta millones
de dólares anuales.
ABC Color (24/5/73) calculaba que: "a los 30.000 gigavatio/ hora de
propiedad paraguaya puede hoy en día asignárseles un valor
de unos 250 millones de dólares, calculándose tan sólo
al precio que rige actualmente en Estados Unidos para la producción
al por mayor de energía eléctrica, de un guaraní el
kilovatio/hora".
Otro diario paraguayo agregaba: “Cabe tener en cuenta que en el informe
sobre energía eléctrica, que remitiera últimamente
el presidente norteamericano al Congreso de su país, se prevé ya
que el costo de la energía eléctrica aumentará sustancialmente
en los próximos diez años debido al aumento acelerado de
los precios del petróleo, gas natural, carbón, etc., por
lo cual un kilovatio/hora, en barra y por mayor, costará aproximadamente
el equivalente de un guaraní con cincuenta céntimos. Tenemos
entonces que para 1983, el valor correspondiente al Paraguay de la energía
generada sería de aproximadamente 410 millones de dólares...
(La Tribuna, 24/5/73).
La diferencia entre los 400 y los 30 millones será -aparentemente--
consumida en el pago de intereses, en la amortización de la tremenda
inversión, en la administración de la empresa, etcétera
59.
Es tan insignificante el beneficio directo que aportará al Paraguay
la explotación de Itaipú que el propio canciller Sapena Pastor,
acorralado por los diarios y los parlamentarios de la oposición,
tuvo que admitir: "Hemos emprendido ltaipú no como un negocio;
Itaipú no es un negocio, ni para Brasil ni para Paraguay. No importa
que saquemos algunos millones de dólares. Nuestro objetivo no es
rendimiento económico; el objetivo es el desarrollo nacional..." (La
Tribuna, 26/5/73).
Las declaraciones del canciller serían exactas si él agregara: “...brasileño”.
Sí, porque será Brasil quien va a utilizar la energía
en los primeros veinte o treinta años, en beneficio de su desarrollo.
Una de las notas reversales establece que: "Los recursos en moneda
de terceros países resultantes de operaciones financieras, deberán
ser negociados en el mercado brasileño de cambio".
Eso significa: a) que los préstamos internacionales para Itaipú se
convertirán en una nueva fuente productora de divisas para Brasil,
principalmente si consideramos que la industria brasileña ya tiene
capacidad para fortalecer la mayor parte de las instalaciones y equipos
necesarios; b) que la única moneda de que dispondrá Itaipú para
pagar la energía cedida por Paraguay serán cruceiros, moneda
inconvertible que deberá ser gastada necesariamente en Brasil, lo
que representará un aumento masivo de las ventas de los monopolios
internacionales con sede en territorio brasileño al Paraguay.
En Brasil la euforia es total con el bajo precio de la energía que
le va a proporcionar el Paraguay: "Efectivamente, la energía
de Itaipú, por todos las cálculos que tenemos hay, será cerca
de 25 a 30 % más barata que la más barata energía
generada en Brasil actualmente. Eso en los próximos 20 años.
En los años siguientes (después de amortizadas las deudas),
la energía va a costar la mitad o menos de la producida por otras
fuentes en Brasil" -afirmó el ministro de Minas y Energía,
Dias Leite (Jornal do Brasil, 25/5/73)-. El pueblo paraguayo va a subvencionar,
por algunos miles de millones de dólares hasta el año 2020,
el progreso brasileño.
Vemos, en el caso de Itaipú, que siguen absolutamente vigentes las
normas del colonialismo e imperialismo clásicos: son los pueblos
pobres y sometidos quienes -por la exportación de la plusvalía
o por el saqueo de sus riquezas naturales- financian el progreso de los
países y el confort de los pueblos centrales.
A pesar de que está siendo gradual
e inexorablemente ocupado y explotado por las "multinacionales",
Brasil se transforma, en relación a sus vecinos, en un país
central imperialista. Y como tal, los explota brutalmente y los coloniza.
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39. Obra citada.
40. Desde el potencial
hidroeléctrico mencionado hasta las minas de hierro de Mutún
y Urucum -calculado en 60.000 millones de toneladas- y el gas de petróleo
de Bolivia, pasando por la pampa húmeda argentina, por las reservas
forestales de Paraguay y Mato Grosso y por el Pantanal de ese estado
brasileño.
41. En el primer
momento la polémica
tenia como objeto la hidroeléctrica en Jupiá; posteriormente,
la de Ilha Solteira, ambas situadas enteramente en territorio brasileño,
con el potencial de 4,2 millones de kw.
42. En Jupiá el flujo de agua normal
pasó a ser de 4.500 1l13/segundo, bajando, en época de sequía,
a 200 m³. Antes de la represa, ese mínima llegaba a 1.360 m³.
43. El complejo hidroeléctrico formado
por Jupiá e I1ha Solteira.
44. Los ministerios de Relaciones Exteriores
de Brasil y Argentina, respectivamente.
45. Entre ellos Clovis
Bevilacqua, el autor del Código Civil brasileño hasta hoy vigente, Epitácio
Pessoa y Prudente de Moraes, dos ex presidentes de la República.
46. En una piscina,
mientras se tostaban al sol de Brasilia.
47. Datos relativos
a 1972 revelan que el consumo fue de 47,5 mil millones de kW. y la producción
de 57,6 mil millones.
48. Ese argumento ya
está superado. Ya está decidida la construcción
de una hidroeléctrica en la Amazonia -de 3 millones de kW.-
cuya energía será en parte consumida en la industrialización
de la bauxita del río de las Trombetas y el restante "transportado" hacia
el centro-sur del país.
49. La multinacional
canadiense que domina la producción y la distribución
de energía eléctrica en São Paulo y Rio de Janeiro.
50. "El profesor J. P. Rothé, titular de la Asociación
Internacional de Sismología y Física del Interior de la Tirra,
sostiene que cuando la profundidad de los lagos que forman los diques excede
los cien metros de altura, se pueden producir terremotos artificiales y
que ello puede suceder indistintamente en terrenos de rocas viejas o nuevas
y en áreas donde no se han presentado fallas durante prolongados
períodos geológicos." El lago de Itaipú tendrá una
profundidad de hasta 130 metros.
El citado científico cita el caso de "la presa de Koyna, en la India,
con un lago de 103 metros de profundidad, ubicada en una región donde
no habían ocurrido terremotos. El l0 de diciembre de 1972 se produjo uno,
que provocó el desbordamiento de sus aguas y la muerte de mas de 200 personas,
además de ingentes pérdidas materiales" (La Nación,
5/12/76).
51. El ingeniero se
refiere a construcciones que en los últimos años se .derrumbaron,
en Río y en Belo Horizonte respectivamente, ocasionando un gran
número de muertos y heridos.
52. El reciente incendio
del Edificio "Jocema", en São Paulo, constituye un
ejemplo más del total desprecio con que se trata la vida humana.
Los 200 muertos, que podrían haber sido varios miles si el fuego
empezara algunas horas más tarde, cuando el movimiento estuviera
en el auge, fueron inmolados al lucro; son víctimas del “ahorro” hechos
en los dispositivos de combate al fuego: había una única
escalera externa de 50 cm para socorrer a las decenas de miles de personas
que transitan por el edificio cada día.
53. La paraguaya es
un reflejo de la satelización del país guaraní.
54. Este
año deberá situarse en 42 millones de toneladas.
55. Actualmente
el costo de Itaipú ya está calculado en 5,6 mil millone's de dólares.
Si se mantiene la inflación mundial, el mismo subirá hasta
1988 -cuando esté totalmente concluida la hidroeléctrica-
a 8/10 mil millones de dólares. Como Brasil irá a financiar
totalmente la obra, la deuda de Paraguay hacia su poderoso y absorbente
vecino podrá equivaler a cuatro o cinco veces su PIB. A cada
uno de sus tres millones de habitantes le corresponderá una
deuda de más de mil dólares. Seguramente un récord
mundial de dependencia.
56. El nivel de dependencia
del Paraguay surge evidente de su no exigencia en compatibilizar los
dos proyectos. El aprovechamiento óptimo del potencial
del llamado "cañón de Guairá" favorecería
especialmente al país guaraní.
57. “El impulso y su freno”.
58. Ver
nota sobre el costo final de Itaipú.
59. Todos
esos cálculos ya están totalmente superados por
los aumentos masivos verificados en los precios del petróleo en
el segundo semestre de 1973. Si se mantuviera el acuerdo, que asegura a
Brasil precios fijos por un período de 50 años, ya en 1988
el pueblo guaraní estaría subsidiando, en por lo menos mil
millones de dólares al año, el "milagro brasileño'.
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